Un año gris de los Bucks gasta otra bala con Antetokounmpo
Los Bucks necesitan tomar una decisión con Jabari, acertar con el nuevo entrenador y arreglar una plantilla casi sin margen económico.
La última vez que Milwaukee Bucks superó una ronda de playoffs fue en 2001, cuando la franquicia de Wisconsin se quedó a un partido de jugar sus primeras Finales desde 1974: 4-3 ante los Sixers de Allen Iverson. Aquel era un gran equipo liderado por Ray Allen, Glenn Robinson y Sam Cassell. En 2014, los Bucks se vendieron por 550 millones (hoy están valorados en 1.075, más del doble pero la quinta cifra más baja de toda la NBA) y la próxima temporada estrenarán pabellón, el lujoso Wisconsin Entertainment and Sports Center. Nuevos tiempos que tienen un jugador franquicia de primerísima categoría… pero poco más. Después de una campaña muy decepcionante, asoma el riesgo de pasar de ser uno de los equipos del futuro a uno de los que pudieron ser pero…
Los Bucks casi han fotocopiado la pasada temporada: de 42 a 44 victorias, dos eliminaciones en primera ronda ante Raptors y Celtics, esta segunda ganando un partido más (4-2 por 4-3) pero ante un rival muy mermado por las lesiones contra el que tendrían que haber tenido la mano desde el inicio de la serie. No fue así: apoyados en el Garden y en la excepcional estructura que garantiza Stevens, la antítesis de lo que sucede en Milwuakee, los Celtics manejaron los cuatro partidos de su pista y acabaron con la temporada de Giannis Antetokounmpo, que se va prometiendo mejoras generales y una llamada a Kobe Bryant para trabajar con él en verano.
Pero no es cuestión de Antetokounmpo, que desde luego será aspirante perpetuo al MVP si a todo lo que ya tiene añade algo más de rango a su lanzamiento y sigue puliendo su capacidad como creador. Pero con 23 años y en su quinta temporada, acaba de firmar 26,9 puntos, 10 rebotes y 4,8 asistencias por partido. Es un jugador generacional, un hallazgo de esos que deberían cambiar el rumbo de una franquicia y, por ahora, un líder comprometido con la ciudad y el equipo y que acaba de estrenar un contrato de 100 millones por 4 años (que ya está anticuado) y que no acabará hasta el verano de 2012 (a razón de 27,5 millones: lo dicho, muy manejable para un jugador de su rango). La cuestión es que, siempre sucede, si las cosas no mejoran tarde o temprano el futuro del griego será una fuente de ansiedad descomunal, parecida a la que ya manejan (más adelantados en plazos) con Anthony Davis en Nueva Orleans.
En un Este en el que nadie sabe qué va a hacer LeBron, los Raptors son una certeza, los Celtics un gigante que se alza y los Sixers un futuro sin techo, los Bucks tienen que buscar la forma de salir de la mediocridad de la mano de lo que ya tienen: una súper estrella como Giannis. Parece más fácil de lo que es en realidad. En busca de un golpe de efecto, fallaron con objetivos como DeAndre Jordan y se acabaron haciendo con Eric Bledsoe, que ha funcionado más en lo numérico que en lo práctico. Con destellos y un talento indudable, su aportación ha sido más bien decepcionante a las puertas de un último año de contrato a razón de 15 millones. Un lujo para una franquicia que ha cometido demasiados errores con su clase media: las dos próximas temporadas John Henson tiene que cobrar casi 22 millones, Dellavedova, 19 y Tony Snell 22 (con player option por 12,1 para la 2020-21).
Demasiado para jugadores que no han estado a la altura en estos playoffs y cifras que estropean lo llevaderos que son los citados contratos de Giannis, Bledsoe… y Khris Middleton, una de las estrellas más infravaloradas de la NBA (pero ya estrella) y que también entra en última año de contrato por solo 13 millones (otros tanto de player option en la 2019-20). En ese verano de 2019, si todo sigue su rumbo, el escolta recibirá ofertas muy suculentas. Malcolm Brogdon y Thon Maker completan un núcleo de enorme potencial, si bien este último empieza a oler a decepción más allá de los brotes verdes que ha enseñado (tiro, intimidación... poco más) en algunos de los partidos contra los Celtics. Por ahora, tampoco parece capaz de convertirse, no desde luego en el corto plazo, en lo que Henson no ha podido ser: una solución viable para el puesto de pívot titular.
Así que los Bucks se ven con 103 millones comprometidos para la próxima temporada, sin ninguna clase de margen para mejorar la plantilla que no pase por el draft, posibles traspasos, contratos mínimos o las bazas que aportan la mid level exception (unos 8,6 millones) y una bianual exception de 3,4. Lo dicho, parece más fácil de lo que es en realidad con una patata caliente en manos del general manager, John Horst: la agencia libre restringida de Jabari Parker. Un enorme talento ofensivo en el que los Bucks invirtieron el número 2 del draft de 2014 pero que con 23 años arrastra dos lesiones graves de rodilla y dudas sobre su capacidad (por mentalidad y lagunas defensivas) para ser una tercera o como máximo segunda opción viable. La apuesta, salvo que la terrible constricción del mercado permita a los Bucks acabar sacando un contrato en buenas condiciones con el que el jugador se pruebe ante el resto de franquicias, puede acabar volviendo para castigar Horst tanto si apuesta por Jabari como si le deja marchar. Ahora mismo, por lo que dice la prensa de Milwaukee, la opción de sign and trade sería como mínimo un alivio para unos despachos en la encrucijada. Siempre y cuando el próximo inquilino del banquillo no llegue con la idea de intentar quedarse con Jabari y convertirlo en parte importante del nuevo proyecto.
En busca de un nuevo arquitecto
Porque el banquillo necesita inquilino después del paso de puntillas de Joe Prunty como interino y el feo y demasiado alargado periplo d(julio de 2014-enero de 2018) de Jason Kidd, con el que el equipo se movió entre intrigas palaciegas en el vestuario, mala comunicación con los despachos y un plan de juego suicida y poco adaptado a sus jugadores y a la NBA moderna. En defensa, Kidd nunca se apartó de unos esquemas ultra agresivos que concedían (Prunty lo suavizó aunque no lo arregló) una sangría en tiros desde las esquinas. En ataque los Bucks han sido un tormento en cinco contra cinco, con pocos espacios y muchos problemas de tiro después de que, además, no funcionara Rashad Vaughn y tuviera que dejar el equipo Mirza Teletovic. La defensa tampoco ha permitido abrir vías efectivas y constantes al juego en transición.
Los Bucks tienen poco margen económico y poca capacidad de atracción, no tienen entrenador y además de una nueva forma de jugar necesitan una revolución cultural completa. En el mercado de técnicos está David Fizdale (debería ser su objetivo prioritario) y ahora, por ahora, también Mike Budenholzer. Así que hay esperanza, veremos cuánta. Porque, si la cosa sigue sin funcionar, podemos estar a un año de que se empiece a hablar, aunque sea en bajito, del futuro de Giannis Antetokounmpo…