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London

Acaba una aventura exprés. No llevo ni 24 horas en suelo londinense y mi cabeza es una batidora. ¿Ha sido esta mañana o esta tarde? ¿Antes o después de mi primera visita al O2? En fin, necesito perspectiva. Pero mientras puedo decir que es una bendición poder ver baloncesto NBA en Europa.

Más allá del partido, más allá de casi cualquier cosa. Hablo de estar a dos metros de un jugador mientras éste lanza sin parar desde la esquina. Hablo del ambiente, de la emoción, de la gente que viste de Rodman, Duncan o Jordan. Hoy se juega NBA aquí. Aquí, a unos siete metros de mi asiento.

Juegan los niños por la mañana, entrenan los mayores por la tarde y 18.000 personas abarrotan las gradas de un pabellón a la altura de las circunstancias. Mientras, famosos de otros mundos (mucho fútbol) y alguna que otra leyenda de la canasta aparecen de la nada, a dos pasos y encantados de charlar contigo (muy agradecido).

Desde que me bajé del avión esta mañana y me encontré a dos españoles que venían directos al O2, fieles a su cita anual con la NBA en Londres, todo ha ido rodado. "Esperamos que crezca el número de partidos internacionales", dijo Silver hace un rato. La NBA ha venido a Europa para quedarse. Qué gozada.