WARRIORS 97 - 112 CAVALIERS | (3-2)
Histórico partido de LeBron James (41) y Kyrie Irving (41): ¡habrá sexto en Cleveland!
La baja de Draymond Green, la lesión de Bogut y el gran partido de las dos estrellas de los Cavs determinaron el quinto asalto. Los Warriors no pudieron aguantar el ritmo.
Si finalmente los Warriors son campeones, les siguen quedando dos balas, nadie podrá decir esta vez que el viento siempre les sopla a favor. Estos han sido, por ahora, los playoffs de las lesiones de Curry, del 1-3 contra los Thunder y, de repente, de las desgracias inesperadas en una Final que parecía ya con el piloto automático: 3-1 y de vuelta a Oakland. Primero la sanción a Draymond Green, que les dejó sin una pieza vital, el jugador que había estado en sus 88 victorias de la temporada. Después, en el comienzo de la segunda parte, una lesión muy fea de rodilla de Andrew Bogut (todavía con 64-67) abrió un agujero negro donde más afectaba la baja de Green. La zona quedó desprotegida y en un intento por llegar donde normalmente no tienen que llegar, los exteriores empezaron a tratar de estar en mil partes para no estar en realidad en ninguna. La defensa entera entró en colapso, ni por dentro ni por fuera. Y la segunda parte fue un ejercicio de resistencia ante un final que pareció pronto destinado a fracasar.
De la inseguridad que invadió a los Warriors sacaron tajada Kyrie Irving y LeBron James, que olieron la oportunidad de retrasar las vacaciones y se aferraron a ella con una actuación descomunal, memorable. LeBron, convertido en enemigo público número 1, fue perseguido desde la salida del hotel por los aficionados, pero en realidad el que no le gusta que le persiga es Green. Jugó muy cómodo (41 puntos, 16 rebotes, 7 asistencias), se hizo con el control de todo lo que pasó en la pista y anotó desde todas las posiciones en un clínic de tiro al que se sumó un Irving absolutamente sedoso: otros 41 puntos, 17/24 en tiros.
Los dos jugaron a su antojo (9/15 conjunto en triples) a partir del segundo cuarto, con unos espacios descomunales y tiros muy cómodos que caían como la gota china sobre unos Warriors esta vez sin respuesta. Su martilleo constante mandó la Final al sexto partido y dejó una sensación de superioridad deslumbrante: alimento para el jueves. Porque los Cavaliers por lo demás no estuvieron muy brillantes en lo colectivo: JR Smith solo aportó de inicio, Love no aportó nunca y el banquillo jugó otro partido intrascendente, más allá del trabajo de Richard Jefferson. Pero la defensa se pudo concentrar en comprimir a Curry y el ataque tuvo a dos súper estrellas jugando como tales. Y más allá.
Del 71-74 se pasó al 75-85 y el resto fue un quiero y no puedo de los Warriors, incapaces ni por sistema, descerrajado por las bajas, ni esta vez por heroicidades individuales. Al contrario, fue Kyrie Irving, en su penúltimo último baile, el que cerró el partido con siete puntos seguidos (de 96-102 a 96-105; el resto, coser y cantar). Cualquier guion de los Warriors sin Green pasaba porque Curry ganara el duelo de bases. Y lo perdió, de largo. Con estruendo. Tampoco los porcentajes fueron decentes (14/42 final en triples) ni los secundarios esta vez dieron el aire suficiente. Contra eso, LeBron y Kyrie se marcaron un recital que será recordado. ¿Cuánto? Pues depende cuánta Final nos quede ahora, claro. El jueves se disputa el sexto partido, en un Quicken Loans al que muchos pensaban que no se regresaría. Ahí, con Green de vuelta pero el calor del factor cancha, los Cavs tienen a tiro forzar el séptimo y seguir aspirando a ser los primeros en remontar un 3-1. Las matemáticas siguen en su contra, pero han salvado el primer match-ball, con viento a favor pero en tierra hostil. Viven, y la Final también.