Preeuropeo 2003 | Dinamarca 66 - España 96

Recital de la selección española en Dinamarca

El equipo de Imbroda confirmó su espíritu combativo y no relajó su actividad, pese a tener resuelto el choque en el descanso (30-53).

EFE

Esta España de Imbroda tiene un apetito insaciable. Ni la falta de jerarquía del rival (Dinamarca, en baloncesto, no es nadie) ni el hecho de que el partido se jugase en un contexto clandestino, en una cancha liliputiense y sin cámaras de televisión que diesen fe del acontecimiento en directo, frenaron el ímpetu y la voracidad de una Selección que pasó por encima de los daneses igual que hicieran Butragueño y Camacho hace 15 años en Querétaro ante sus paisanos del fútbol.

Hasta en las anécdotas se demuestra el nuevo espíritu. El himno español que sonó en la megafonía del B.K. Hallen corresponde a esa versión larga (casi tres minutos) por la que aboga Camacho, sin éxito, en los partidos de fútbol. Y los 50 aficionados españoles que había en las gradas hacían más ruido que los 1.500 daneses que parecían asistir a un fusilamiento.

El duelo no fue tal. Bastó que Garbajosa y Paraíso se pusieran las pilas en los dos primeros cuartos, que Dueñas adelantase la noche de Copenhague al situar sobre las zonas sus 219 centímetros y que Juan Carlos Navarro iniciase su recital particular para que los vikingos se batiesen en retirada sin alzar la voz ante el alarde técnico español.

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