Juan Cala (28), central del Getafe pero sevillista de base, tiene sólo cuatro años más que Sergio Rico (24) pero muchos kilómetros más dando tumbos para el fútbol. Cala, además, es presidente de un club, el Cala-Lebrija, cuyo eslogan de formación es: “A este club se viene con un balón en el pie y un libro bajo el brazo y si se tiene que caer algo, que sea el balón, no el libro”. Cala, deberá admitirlo, no sacó en el minuto 93 un libro de academia sino el del barrio. Valiente, porque se había pegado un buen trompazo con Correa sólo un minuto antes, volvió a saltar en al área persiguiendo un balón largo imposible de Antunes. El Sevilla, nuevo Sevilla de Montella, ganaba 1-0 y había merecido los tres puntos. Cala salió trastabillado por una obstrucción de Lenglet y saltó a molestar. Rico estuvo blandísimo. La jugada estuvo al límite de la falta pero el hambre de Cala contrastó flagrantemente con la candidez del portero. Ángel, que pasaba por allí, rescató un punto con un valor tremendo para el Getafe, un equipo al que básicamente no le interesa que pase nada en los partidos pero que tiene un mérito indiscutible y permaneció vivo en el partido hasta el final. Ese fue su gran mérito.
Hasta el minuto 93 todo estaba en orden para el nuevo Sevilla de Montella. El italiano volvió a huir de las rotaciones y sólo movió a su referencia ofensiva. Ben Yedder tuvo la mejor oportunidad en la primera parte. Navas, magnífico, puso un centro de manual. El balón se marchó fuera. El Sevilla pidió tres penaltis en la primera parte. Dos de ellos llevaban la firma de Cala, también capaz de jugar al límite en su área: tocó a Sarabia y obstruyó al Mudo, pero de manera tan sutil que parecía demasiado pitarlos. También una mano de Bruno.
Al Getafe se le lesionó Bergara. Montella recurrió a Muriel, un nuevo Muriel. Y el colombiano respondió. El 1-0 parecía completar 10 días memorables. Banega tuvo la sentencia pero remató al palo. Luego llegaron las novelas ejemplares de Cala...