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La hora del entrenador, no del gestor

Mereció los goles que no marcó y la victoria que no conquistó, pero el Madrid mantuvo frente al Villarreal su frustrante cadena de resultados. Tiene el aspecto de una epidemia resistente a las decisiones de Zidane y casi impermeable al análisis, pero las evidencias se acumulan. Los tres últimos resultados del Madrid en el Bernabéu, un fortín casi inexpugnable en los últimos años, han sido una derrota con el Barça y dos empates en la Copa frente a un rival de Segunda B (Fuenlabrada) y otra de la Segunda A (Numancia). El empate con el Celta en Balaídos no alivió al madridismo. Al contrario, el equipo naufragó en largas fases del encuentro.

La reiteración en las malas noticias invita a pensar en una crisis considerable. El Madrid cuenta con 32 puntos a falta de un partido para terminar la primera vuelta, una cifra lamentable que le sitúa en la cuarta plaza, a tiro de un pelotón de sorprendidos perseguidores. Nadie esperaba al Madrid en estas condiciones cuando comenzó la Liga. Los pronósticos avisaban de un Madrid triunfal, pero la realidad se ha torcido de tal manera que sólo se puede hablar de promesas incumplidas.

Ahora el Madrid se mueve ante la dificultad para explicar el desplome del equipo (Nacho no lograba explicar después del partido lo que le sucede al equipo), la tentación de buscar enemigos exteriores (por primera vez en su recorrido como entrenador, Zidane se despachó contra la crítica) y el deseo de negar la realidad, o cuando menos de buscar todas las coartadas posibles absolutorias. Suele ocurrir cuando la gente vive un mal sueño. Éste se acerca a la pesadilla, aunque no lo parezca.

El equipo no funciona, la brecha entre titulares y suplentes es cada vez más profunda y los nuevos fichajes comienzan a pasar más tiempo fuera de las convocatorias que dentro. Es la actual realidad del Madrid. Son problemas que le corresponde atajar a Zidane. El pasado año se movió con patines por la temporada. Acertaba en cada decisión. Ahora no lo consigue. Se ha abrazado a las figuras y las mantiene a toda costa, aunque fracase lo que ahora se denomina primera unidad. El Madrid fetén, el de los cinco jugadores en el equipo mundial de la FIFA, ha perdido con el Girona, Tottenham, Barça y Villarreal.

Zidane ha decidido enrocarse con los titulares de toda la vida. Es una apuesta legítima en un equipo que dispone de tres titulares en la selección española (Carvajal, Isco y Ramos), dos de la selección brasileña (Casemiro y Marcelo), uno de Alemania (Kroos) y uno de Francia (Varane). Son jugadores importantes en los cuatro principales favoritos en el próximo Mundial. Por si acaso, el resto del equipo lo integran Cristiano (mejor futbolista del mundo según la FIFA y France Football), Modric uno de los mejores jugadores croatas de todos los tiempos y Bale, que un día promete jugadas y goles, como en Vigo, y otro hace mutis por el foro, frente al Villarreal, por ejemplo.

El técnico apuesta por las figuras, pero el equipo está averiado. Le puede el descontrol, un desorden que afecta a todas las líneas y que golpea a todas las líneas. La defensa concede demasiado a los rivales, los centrocampistas no imponen su categoría y los delanteros están peleados con el gol. Cristiano, que ha resuelto con sus goles una enorme cantidad de problemas en el equipo, se ha vuelto tan humano que sólo ha marcado cuatro esta temporada, y es el máximo goleador del Madrid. De repente, nadie habla de la renovación de Cristiano Ronaldo.

Puesto que ha elegido su línea de defensa (con los veteranos hasta las últimas consecuencias), Zidane tiene que aprovecharla para algo más que como escudo. El excelente gestor tiene que exprimirse como entrenador. Al Madrid se le puede analizar desde innumerables vertientes, pero lo más acuciante es resolver el grave déficit de juego. El equipo necesita empezar desde lo básico, las indispensables primeras cosas que el Madrid ha olvidado: solidez defensiva, atención a los detalles, seguridad en las decisiones, compromiso colectivo y convicción en las ideas. Trazo, en definitiva. Es lo que ahora falta y lo que el Madrid pide a gritos. Es una tarea que le corresponde exclusivamente a Zidane, no al Zidane administrativo, sino el entrenador puro y duro.