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Cristiano y Ramos celebran sus goles.
FELIPE SEVILLANODIARIO AS

Fue una conquista sencilla repleta de confirmaciones: el Madrid es extremadamente superior al APOEL, aunque vuelve a costarle entusiasmarse con los partidos; Cristiano siempre anda suelto (dos goles válidos, uno anulado, un palo), incluso cuando se enfada, y Bale nació y morirá extremo izquierdo, emplazamiento donde debería quedarse a vivir después de tantos años de equivocada peregrinación.

Fue un partido sin intriga, monocolor, jugado siempre en el campo del APOEL, pero con un Madrid reiterativo y borroso, sin velocidad en la circulación, impureza que iguala mucho a equipos desiguales. Eso sí, con Cristiano como león enjaulado tras asistir desde su castigo al huracanado inicio de Messi. Un jugador de energía contagiosa, sin recesos, obsesivo con el gol, a que a los 11’ se sacudió el síndrome de abstinencia con el primer tanto en una competición de la que ha sido seis veces pichichi. Un gol rescatado de la vieja receta del contragolpe, de la que el equipo, por las características de parte de la plantilla, nunca acabó de alejarse. Arrancó Isco, que se despejó el horizonte con un recorte, abrió a la izquierda a Bale y su centro raso recorrió el área hasta que Cristiano lo atacó de primeras y la cruzó a la red. Todo tuvo un curso natural: Isco para filtrar el pase definitivo, Bale como asistente y Cristiano de nueve inmisericorde, donde pasará el resto de sus días en el fútbol.

Así jugó el Madrid, con Bale circulando entre la mediapunta y la banda izquierda. Le falta sutileza para el primer papel y es perfecto para el segundo, porque tiene velocidad, desborde y tacto en el envío. Le puso otros dos balones estupendos, a los que Cristiano llegó excesivamente justo. En cualquier caso, el partido puede ayudar al galés a salir de ese estrés postraumático crónico que le impide una buena conexión con la grada. Incluso esta vez fue despedido con división de opiniones.

Aquello fue todo lo que sucedió antes del descanso, porque el Madrid no se sumergió de verdad en el partido. Se inclinó a la izquierda, pero sin el vigor, la velocidad y el empeño precisos para desenredarse ante un equipo que se protegió por acumulación. El APOEL ya ha cruzado su meta, que era llegar aquí, y fue muy escueto en su juego.

La entrada de Kroos por el lesionado Kovacic reordenó al Madrid, que fue haciéndose grande conforme la fatiga aminoraba al APOEL, con Cristiano siempre varios puntos por encima de los demás en codicia. Le quema el tiempo perdido. El 2-0, tras penalti inexistente de Roberto Lago, dio pie a minutos de recreo. Ramos anotó de chilena en un arranque intrépido que le llevó a acabar como ariete. Y Zidane puso a Ceballos y Mayoral, que en el comienzo de Liga van a cola de pelotón. No consiguieron despertar un partido ya dormido por manifiesta desigualdad. La Champions empieza en Dortmund.