El Deportivo toma aire gracias a los goles de Joselu y Mosquera ante un Málaga que vio frenado su buen momento por sus errores atrás y su poca pegada. La victoria, fraguada en el segundo tiempo, cierra una racha de los Mel de cuatro partidos sin ganar que les permite alejarse de la zona caliente y situarse a sólo dos puntos de los de Míchel.
La primera pregunta que se hizo Riazor era saber cómo iba a salir el Deportivo después de lo visto ante Granada y Sevilla. Indolentes ante los nazaríes, un coladero frente a los sevillanos. La respuesta fue ni frío ni calor, con dos equipos intensos pero sin peligro.
De hecho, en la primera media hora Lux y Kameni se convirtieron en dos espectadores de lujo en un partido que se movía muy lejos de las áreas. En el último cuarto de hora hicieron acto de presencia, aunque casi testimonial, cazando sin problemas los remates de Carles Gil, Rosales y Juankar. En este pacto de no agresión, el Málaga estaba más cómodo con la posesión y el Depor, en la presión y el robo. Pero ni una ni otra fórmula funcionaba, con el duelo entre Arribas y Sandro como el entretenimiento para una grada que comenzó a pitar a los suyos.
De los pitos al triunfo
La música de viento de Riazor y la bronca de Mel en el descanso activó al Depor, que tardó dos minutos en batir a Kameni en la reanudación. Perfecto centro e Luisinho, inmejorable cabezazo de Joselu para romper el marcador y el tedio. La reacción de Míchel fue cambiar el esquema con la entrada de Keko y Jony. La de Mel, también, pero afianzando la media con Mosquera por Bruno Gama. Y cosas del fútbol, el movimiento defensivo del tercer mediocentro decidió, porque Mosquera tardó tres minutos en firmar el 2-0 para cerrar el partido.
El marcador y los cambios llevaron al tramo final de partido que imagina cualquiera: dominio del Málaga en pos del empate y un Depor cerrado y preparado para el robo y la contra. El partido estuvo a punto de resucitar a diez minutos del final, pero el enorme remate de Camacho se encontró con el larguero evitando que Riazor volviese a sudar un día más y logrando que Mauro Silva, en su regreso a A Coruña, regrese feliz a Brasil.