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BARCELONA

Piqué va a un acto del club… y esta vez no habló de más

El central, que después de la caída de París alimentó el sueño de la remontada, no quiso hablar este jueves en el Miniestadi. En el Juventus Stadium, desesperó a Luis Enrique.

Barcelona
Piqué tras el duelo contra la Juventus.
MIGUEL MEDINAAFP

Esta vez no hubo arenga de Gerard Piqué. Si así lo hubiera querido, era el mejor portavoz posible. Ya lo había demostrado después del 4-0 ante el PSG. Pero no. Piqué, que acudió al Mini-Estadi como padrino de la sexta edición del Torneo Internacional #FCBEscola17, pronunció un pequeño discurso dedicado a los chavales en los que se mostró “orgulloso” de los valores que transmite el Barça, entregó los trofeos y se marchó sin atender a los medios allí presentes.

Muchos de los aspavientos que Luis Enrique realizó en la primera parte del partido ante la Juventus iban dirigidos al central, que no tuvo su mejor noche. Algo falto de intensidad, fue uno de los que naufragaron. El desencuentro entre entrenador y central, según algunas fuentes cercanas al vestuario azulgrana, se trasladó a la caseta. Allí, Luis Enrique y Piqué habrían tenido un intercambio de impresiones algo subida de tono.

El día de su arenga el pasado 20 de enero, cuando pidió a los culés que fueran porque no querrían ser los que se perdiesen una noche histórica (“estarán jodidos en casa”), Piqué hizo una defensa a ultranza de Luis Enrique, tal vez por encima de lo que pensaba incluso en ese momento: “Me gustaría recordar que, cuando llegó Luis Enrique, veníamos de la mierda absoluta y con él ganamos el triplete. Entiendo que el fútbol no tenga memoria, pero también que mirásemos atrás y viéramos el trabajo que ha hecho este míster y ya ni cuento como el jugador. No entiendo los pitos a todos. Hablo de equipo. Y estamos a muerte con el entrenador, con los jugadores y queremos sacar este pequeño bache de juego adelante y salir adelante”. A ocho partidos del final de liga, probablemente sólo dos de Champions y la final de Copa, da la sensación de que la fractura entre entrenador y jugadores, tantas veces amagada, se hace ahora definitiva.