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DEPORTIVO 1 - ATLÉTICO DE MADRID 1

Torres asusta a todo el mundo y el Atleti empata con el Depor

La conmoción por la lesión de Fernando Torres oscureció el debut de Pepe Mel. Andone adelantó a los gallegos y Griezmann empató.

Torres asusta a todo el mundo y el Atleti empata con el Depor
JESÚS SANCHODIARIO AS

No esperen leer fútbol en el comienzo de esta crónica. El único partido que importa es el que ahora mismo esté jugando Fernando Torres. Mientras Giménez se muerde la camiseta con el gesto ensombrecido, mientras Filipe no quiere mirar, mientras Gabi mira con el gesto ensombrencido. La Cruz Roja ha rodeado al Niño, en el área de Lux. El fútbol, el partido y el mundo se detuvieron en el minuto 87. Nada de lo que había pasado antes importaba. Nada. Ni el error de Oblak, ni el gol de Andone, ni el palo de Filipe, ni el empate de Griezmann. Lo detuvo todo esa jugada. Ese salto de Bergantiños con el codo en alto que golpeó en la espalda a Torres y lo envió al césped. El Niño cayó con todo su peso sobre el cuello. El golpe fue brutal. El silencio de Riazor también.

Cuatro minutos después, Torres se iba en camilla y si algo devolvía el fútbol a Riazor no era el silbato de Clos Gómez sino un gesto: el pulgar en alto de Gabi al banquillo. Sólo podía decir una cosa: El Niño estaba bien. Él se fue y se jugaron todavía los siete minutos que añadió el árbitro, pero nadie quería, el partido había acabado cuando Torres cayó.

El comienzo, en un universo paralelo, era una mera anécdota. Y la sensación de que Riazor para Giménez es lo que Punxstawnwey a Bil Murray: El día de la marmota. Así podía sentirse el uruguayo en el minuto 13, despertando del sueño con una pesadilla mientras de fondo suenan Cher y Bono con su I got you babe. El central se frotaba los ojos, se llevaba las manos a la cintura, miraba el marcador. 1-0. El Depor ganaba. Y ganaba por un error del Atlético, un regalo. Como hace un año, cuando Lucas Pérez arañó un punto porque a Giménez se le quedó un balón atrás, Lucas Pérez se lo robó y lo hizo gol. Ayer lo que ocurrió no tuvo que ver pero el final fue el mismo: regalo, Giménez, gol. Pero esta vez el uruguayo fue un daño colateral. Esta vez la pistola la había disparado Oblak.

Había salido el Atleti en su versión veloz y bonita, con Correa y Thomas, en un 4-3-3 en el que pronto se sintió cómodo. Por los primeros minutos, y después de una ocasión que Griezmann remató hacia atrás y otra en la que Luisinho le robó a Gameiro, parecía que el gol rojiblanco sería cosas de minutos, que estaba al caer. Pero entonces llegó el regalo.

Oblak, segundo día en la oficina después de dos meses de baja, se olvidó que los saques de puerta deben enviarse por el aire y no por el suelo y pateó el balón raso, por el césped. Cuando Giménez quiso reaccionar, Andone tenía el balón y se había convertido en Lucas Pérez. Gol. Si por los altavoces de Riazor hubiera sonado el I got you babe, a Giménez no le hubiera sorprendido. El error de Oblak fue un derechazo en la boca del estómago para el Atlético que desapareció. Salvo una ocasión aislada de Correa en el 32’, no volvió a emitir señales de vida en la primera parte.

Todas eran del Depor, que estrenaba jefe (Pepe Mel) y lucía fútbol, con Juanfran una bala en la derecha, el instinto de Andone y la clase de Çolak. No hicieron más goles pero sí amenazaron, en cada balón. Pudo hacerlo Borges, tras cabecear un centro perfecto de Çolak o Mosquera que se topó con los reflejos de Oblak en la primera parada en la que de verdad recordó a Oblak. Pocos minutos antes, en una carrera de Andone que empezó con forcejeo con Giménez y terminó con el esloveno, precipitado, derribando al delantero en el área al rumano y añadiendo más sombras a su vuelta.

Si el descanso llegó después de un disparo en largo de Gabi a portería que parecía gritar vamoooos, quince minutos después la caseta no había cambiado demasiado a los equipos. Seguía mejor el Depor, con Andone buscando hacer herida cada vez que pisaba el área de Oblak. Hizo pronto un doble cambio Simeone que reflejaba su desesperación. De un golpe sacó a Correa (flojo) y un intocable (Koke) pero nada cambió hasta que Filipe envió un balón que se estampó en el palo y sonó a grito enfurecido. El Atlético acababa de recuperar el aire, había vuelto al partido. En la jugada siguiente, Griezmann haría el gol después de una pared fantástica con Carrasco y Torres lo rozaría dos veces antes de que Bergantiños saltara ante él en el 87’, le enviara al césped y comenzara el partido que importaría en la noche, el suyo.