Partidazo: la magia de Zidane contra la brujería de Sarri
Sólo faltará Bale en el Madrid. El Nápoles, con el once de gala. Lucas Vázquez e Isco se disputan un sitio en el once. Mertens, 14 goles en los últimos 9 partidos de Liga.
Fuerzas naturales y sobrenaturales se alzan hoy ante al Madrid en el regreso de la Champions. San Gennaro, San Paolo, la brujería de Sarri, diez mil hinchas y un deseo de venganza puesto a enfriar hace 30 años y Maradona empujarán hoy al Nápoles en un duelo contra el Madrid más reconocible de los últimos tiempos.
Tras un periodo repleto de percances, Zidane ha conseguido reunir a su equipo tipo menos Bale, con el que ha preferido no forzar. Sólo la plaza que el galés libera está en disputa: Isco o Lucas Vázquez. A favor del primero, su partido en El Sadar. A favor del segundo, su menor desgaste y su mayor energía. “Lucas es el que más respeto me impone de todo su ataque”, confesó Reina.
El Nápoles ha hecho crecer su caché con el paso de los meses. De la necesidad de suplir a Milik, el nueve que relevó a Higuaín y se rompió el cruzado en octubre, hizo virtud al recomponer a Mertens como nueve. Ha metido 13 goles en los últimos 9 partidos de Liga. Callejón (10 goles y 12 asistencias), que un día fue en el Madrid lo que hoy es Lucas Vázquez, Hamsik e Insigne completan la sociedad en un equipo que presume de serlo, obra de Maurizio Sarri, un entrenador que hace menos de 20 años trabajaba como empleado de banca en el Montepaschi como encargado de transacciones institucionales, trabajo que le obligaba a viajar a Inglaterra, Suiza, Alemania o Luxemburgo con frecuencia desde la Toscana.
Por la tarde cambiaba el traje por el chándal, costumbre que conserva hasta hoy, para entrenar equipos de regional: “Ahora me pagan por un trabajo que haría gratis”, presume. Y reprocha que censuren su pasado: “He entrenado toda mi vida y todavía me llaman exempleado de banda. No es un pecado. De aquel empleo aprendí dos cosas, el valor de la organización y la capacidad para tomar decisiones”.
Napolitano y fumador, de 58 años, no pisó la Serie A hasta los 55, con el Empoli. Era el técnico peor pagado de la categoría. En 2015 fue contratado por el Nápoles sin que aquello generase mayor entusiasmo. El club, falto de fe, ni siquiera le presentó ante la Prensa. Después de perder el primer partido, ante el Sassuolo, Maradona aventuró que su fichaje resultaría un fracaso. Tardó poco en pedirle perdón.
Le apodan 33 por el número de jugadas de estrategia que prepara. “En pretemporada, con el Empoli, trabajábamos una cada día. Y decidíamos cuál utilizar en el partido entre cuatro o cinco”. A cada una de ellas le ponía el nombre de uno de sus ayudantes.
Admira a Ali y se confiesa adicto al ciclismo, deporte en el que su padre ganó 37 carreras como aficionado. Lee a Fante y Vargas Llosa y es un supersticioso enfermizo. En el Sansovino utilizaba un chándal negro porque los resultados le acompañaban. En el Pescara obligaba a sus jugadores a teñirse de negro las botas con un spray. Una vez, aparcando, golpeó con su coche al de un futbolista accidentalmente. Aquella tarde, ese jugador marcó. Días después repitió la maniobra intencionadamente. El Nápoles es su sueño: “El entrenador que encuentra un equipo ideal tiene un gran olfato o un gran culo”, dice. Él, en esto, hace doblete.
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