Toda historia necesita un héroe. No importa que se repita. Que sea el mismo de batallas anteriores. Que sea el que no falla en momentos clave. En el que siempre se puede confiar. En el de siempre. El eterno. Oribe Peralta ha conectado un cabezazo digno de crack y con ello ha definido el Clásico Nacional. América es semifinalista del Torneo Apertura 2016.
Porque cuando hay que recurrir a alguien, las Águilas siempre encuentran en el atacante la solución. Porque el Guadalajara se ha perdido en el campo, sin mostrar su estilo, sin tener en la mente ideas claras. El cuadro de Coapa sigue vivo y el Rebaño Sagrado deberá ver el resto de la Liguilla por televisión, después del 1-0 como local, ante el rival que está prohibido perder.
Con la obligación de ir por el resultado, el técnico del América, Ricardo Antonio La Volpe, pone juntos, de inicio, a Silvio Romero y Oribe Peralta. Tiene que ir por goles. No hay más. Pero Matías Almeyda hace una modificación que cambia las condiciones con respecto a la ida: manda a la banca a Michael Pérez, titular durante toda la campaña, para meter a José Juan Vázquez.
Es “El Gallito” quien le da al Guadalajara estabilidad. Se apodera de la media cancha. Mide perfecto tiempo y espacio. Así, a las Águilas les cuesta un mundo transitar por ahí. Las sensaciones de peligro durante la primera parte nacen de pelotazos saltando esa línea o de pelota detenida.
Chivas, en cambio, busca el protagonismo con la pelota. Se la apropia. Ofende como si el 1-1 de la ida le significara una desventaja, cuando es todo lo contrario. Ataca con insistencia, pese a que el necesitado es el de enfrente. Cuestión de filosofía tal vez. El estilo de Matías Almeyda es así. La advertencia de que no cambiaría por tratarse de Liguilla ya estaba hecha. La cumple.
Alan Pulido batalla en el frente rojiblanco . Recibe muchas veces de espalda. Exhibe sus cualidades de retención. Al '12, controla de pecho, realiza la media vuelta y dispara con potencia. Moisés Muñoz rechaza. Es el primer aviso. Pero tampoco es que haya demasiados en el tiempo restante. El partido es trabado. Sobra intensidad. Falta talento. Escasea la claridad.
Carlos Peña está nuevamente desde el arranque. Es el futbolista más cuestionado por la afición. Por momentos llega a verse lento. Pero de repente recuerda la clase de jugador que es y muestra chispazos. Como al '31, cuando mete un enorme servicio a profundidad, pero Pulido falla en el control y desperdicia la oportunidad.
Hay algunos elementos de Clásico. No se puede discutir. Se mete duro la pierna. Hay una dosis de amor propio en la cancha. Cada pelota se disputa como si fuera la última. Las páginas de esta novela se van llenando de drama. Sí. Pero solo eso. Drama sin conclusión. El pelotazo de Carlos Cisneros, que Muñoz desvía al '42 es solo un ingrediente más. Pero para que esta historia tenga un final claro, falta mucho. Así, sin goles, se van al descanso.
En el complemento, Guadalajara apuesta por cuidar el resultado. No es un equipo hecho para eso. Paga caro. Darwin Quintero supera a dos adversarios dentro del área. Quiere el puesto de héroe que está vancante aún. Rodolfo Cota le niega la distinción al desviar su disparo a tiro de esquina, al '53.
Pero la pelota está ávida. Desde el banderín, tras esa acción, viaja al corazón del área. ¿Quién más? Oribe Peralta hace un movimiento fantástico para desmarcarse. Desde la línea de gol arranca hacia atrás. Carlos Cisneros es incapaz de seguirle el paso. El americanista pega un salta soberbio. El golpeo es contundente. Cabezazo apoteósico. Al ángulo. Imparable. Las redes se estremecen. Gol del América, al '54.
Diferente batalla. Mismo héroe. ¿Quién más? El de tantas otras novelas. El que aparece siempre en el momento de mayor presión. Oribe, el de siempre. La parcialidad amarilla explota en el Estadio Chivas . Y el cuadro local recibe un golpe anímico del que es imposible levantarse. Contundente. Sólido. Mortal.
La desesperación de apodera poco a poco del cuadro rojiblanco. Contagia a la banca. Matías Almeyda retira del campo a Orbelín Pineda y Carlos Peña. Adiós medio campo. El Rebaño Sagrado queda partido. Ataca con muchos hombres, pero sin orden. Nadie que enfríe la redonda. Al frente sin medida. Como si perdiera por más, aunque sólo un gol le separa de semifinales. Eso, al parecer, se le ha olvidado al cuadro tapatío.
El partido termina con el zaguero central Jair Pereira clavado como un centro delantero más, junto a Marco Bueno y Alan Pulido . Con Rodolfo Cota metiéndose al área en cada tiro de esquina. Desesperación generalizada que provoca también golpes entre los propios barristas rojiblancos, en el arco sur.
La historia está definida. El silbatazo le pone punto final. En el semestre de su Centenario, América aún sueña con el título de Liga. El 1-0 en casa del acérrimo rival (2-1 global) le otorga el boleto. La novela está escrita. Y tiene un héroe. El que sale al rescate cada que se necesita. El que no falla a los momentos. El eterno. El de siempre: Oribe Peralta.