El Real Madrid paga por su frivolidad ante el Legia
Con una alineación política y descompensada jugó con fuego en Varsovia y se quemó. Desperdició un 0-2 y acabó sufriendo para empatar.
Malentendió el Madrid que un partido sin alma, a puerta cerrada y frente a un rival desahuciado, merecía el trato de un bolo. Con la tensión y la alineación descompensadas dos puntos en Varsovia, hecho que complica su clasificación y su credibilidad. Fue un empate absurdo, castigo a la frivolidad del once de Zidane, que por hacer política alteró los principios de proporcionalidad, y al desorden general.
El Legia, uno de los equipos ‘low cost’ de esta Champions, al que los resultados adversos no le hacen perder el humor ni amurallarse, permitió a Zidane politiquear impurdentemente en Varsovia. Cedió a la presión popular de darle voz a Morata, sin compromiso de permanencia y sin entregar su autoridad descabalgando a Benzema, en la creencia de que el único tratamiento posible con su compatriota es la insistencia. Respondió a la cortesía con un gol a palo seco.
El Madrid se desplegó en un 4-2-4 para dar gusto a todos. Un dibujo que probablemente sólo veremos este curso en situaciones límite. Un dibujo que le hizo perder el equilibrio. Porque este Legia elemental que ni siquiera pone alambradas perdió a su afición pero no el orgullo. Zidane estaba seguro de que a los polacos les ganaría con esos once o con los que lo vieron desde el banquillo o desde Madrid. Un error de cálculo.
A los 57 segundos parecía el Legia listo de papeles. Un voleón tremendo de Bale acabó en la escuadra de Malarz. Y con ese gol se abanicó el Madrid, al que no hizo más ofensiva la montonera de atacantes llamados a filas, con Bale y Morata en las bandas y Benzema y Cristiano en punta. En realidad, el derroche ofensivo no le sacó brilló a la fachada, porque a Morata, al que se le sigue dando el trato de becario ilustrado, le faltó espacio y porque de la BBC sólo Bale está en máximos.
El partido dejó también el aviso de que sin Modric nadie maneja el libro de estilo y que sin Casemiro nadie se ocupa del alcantarillado. En el tanto de Odidja-Ofoe, respuesta al 0-2 de Benzema, Kovacic se desentendió escandalosamente. Al primer recorte abandonó la persecución, dejación de funciones que tuvo penalización. Tampoco tranquilizó el regreso de Coentrao, silencioso en ataque y desorientado atrás. Le salvó del penalti la mala vista del árbitro en un derribo a Radovic (que teatralizó en exceso), pero se tragó sin masticar el amago del serbio. A la incontinencia le siguió la imprudencia de mandarle al suelo.