Una goleada de reconciliación
Un Madrid brutal resuelve su expediente X. Doblete y partidazo de Isco. Marcelo regresó mejor que se fue. El Betis fue un pelele.
El Real Madrid despertó de la anestesia al gusto de Zidane. A la destrucción del Betis se sumó el equipo entero, en trabajo solidario con y sin pelota. Isco cortó dos orejas, Marcelo regresó mejor de lo que se fue, Kroos explicó bien su renovación, Benzema repuntó y Cristiano Ronaldo esperó repartiendo regalos hasta que apareció su gol. En definitiva, el Madrid salió de su minicrisis como si nunca hubiese estado allí.
Intensidad le llaman, que no es otra cosa que pisar la hierba con las orejas tiesas, la pierna dura y el ánimo agigantado. Lo que olvidó el Madrid en su mes X, cargado de empates, y lo que recordó en Sevilla, ante un Betis encogido y sin respuesta. Ayudó el gol de Varane, en un cabezazo que también perseguían Bale y Cristiano. El Madrid ganá el 63% de sus duelos aéreos, más que nadie en la Liga. Le ha quitado el sitio al Athletic, donde se fabricaba ese fútbol a dos metros del suelo. Pero ayudó más la voluntad del grupo, que llevó el frente muy cerca de Adán y recuperó mucho en aquel terreno, lo que le acerca mucho al marco adversario y ahorra carburante en la vuelta. Y ayudó Marcelo, que no es un lateral sino un ejercito de ocupación. El Madrid sufre sus ausencias como una amputación. En el Villamarín hizo sonar su batería repetidamente. Marcó un gol, le regaló otro a Bale que acabó en el palo. Hizo del Madrid un equipo torrencial.
El resto acompañó bien. Aprovechando la desesperación del Betis, al que su público invitaba a suicidarse, se desplegó en manada a la contra. Apunten el cuarto gol, coral, pero que culminó con una asistencia de Pepe en posición de nueve y remate a puerta vacía de Isco como nueve y medio. Un gol que recorrerá los telediarios.
Kroos celebró su renovación con un excelente curso de pilotaje. Como mediocentro clásico le falta lectura de la segunda jugada y la vocación para ser central donde no hay central, pero el Madrid le ha firmado el contrato más largo de toda la plantilla porque sospecha que él tiene los planos del edificio. Lanzó a los puntas, dirigió el tráfico y pisó el área, bien escoltado por Kovacic e Isco, emprendedor y rematador. Pepe y Varane lucieron en las dos áreas y la BBC hizo el resto. Todos, incluidos Lucas Vázquez y Morata al final, parecieron vitaminados tras el parón, sobre todo Benzema, con ese gol de alta escuela amagando el disparo a un lado y mandándolo al otro.
El Betis fue más fuerza que maña, entregado a Petros, uno de esos mediocentros de carga que da frecuentemente Brasil, una especie invasora en aquel fútbol surgida de la frustración del Mundial 82. Murió carbonizado entre jugadores de más linaje. Sólo respondió, por vergüenza torera, en la segunda mitad, con arranques de Joaquín y remates de Rubén Castro, un goleador callejero del que lleva años viviendo. Empezó en una banda y acabó de nueve, con Joaquín tras él. Se sintió sólo en un sitio y en otro mientras el Madrid dejaba un paisaje desolador.