Un nuevo Munar cae con honor y deja sola a Badosa

En su semana decisiva, el Masters 1.000 de Miami no contará con representantes españoles en el cuadro masculino. En la madrugada de este lunes, y tras las derrotas de Carballés, Davidovich, Bautista, Pedro Martínez y Alcaraz, Jaume Munar (56º del mundo y 27 años) se unió a la lista de caídos. Lo hizo, eso sí, con mucho honor. El mallorquín, con un tenis verdaderamente renovado y muy mejorado en pistas rápidas, no pudo con el francés Gael Monfils (46º), indestructible pese al paso de los años (38), en una batalla de 2h40 y que se resolvió en tres sets muy ajustados (7-5, 5-7 y 76). Munar, con el público en contra, sacó para alcanzar los octavos y se hundió en un tie-break en el que le pesó la inexperiencia en ambientes de tanta tensión y tan hostiles. Pese a ello, cerró un inicio de año bastante positivo (cuartos de final en Hong Kong y en Dallas) y que le debe señalar el camino para lo que está por venir. El próximo reto, la semana que viene, ya será en ‘su’ tierra, en un ATP 250 de Marrakech en el que partirá como cabeza de serie.

El partido fue una guerra desde el principio, cuando Munar ya empezó a mostrar sus nuevas armas. Saca mucho mejor (65% de primeros y 72% de puntos ganados con ellos), es mucho más agresivo (38 ganadores y 31 errores no forzados), su derecha, con la que se invierte mucho más, es muy dañina y su físico, salta a la vista, ha subido varios escalones. Todo se empezó a ver en el primer set, como ya se había visto en su sorprendente victoria sobre Daniil Medvedev. Con un intercambio de breaks en el cuarto y el quinto juego, la igualdad fue máxima a lo largo de un parcial que se decantó de forma cruel para los intereses del español. El de Santanyí, hasta entonces brillante con sus servicios, se enredó con 5-6 en contra. Tenía el tie-break en sus manos, con un 40-0 a su favor, y se lio. Uno tras otro, los puntos se fueron escapando, incluida una volea franca que podría haber cambiado el devenir de los acontecimientos.

El golpe fue duro, pero Munar, que se tuvo que tratar del cuello en varias ocasiones, se recuperó. En el segundo set, las molestias no se notaron. Especialmente, en los dos últimos juegos, absolutamente brillantes, en los que se sintió una estrella. Camino de la rotura que le sirvió para adueñarse de la manga, con 5-5 en el marcador, se hizo con uno de esos intercambios (0-30) que pueden significar un punto de inflexión. Lo fue a corto plazo, pero no llegó hasta el final. En un rally de 36 golpes, corrió para llegar a una dejada, voleó y cerró con un remate cayéndose hacia atrás. Acto seguido, indicó con el dedo que “Munar está aquí”, mandó un beso a esas gradas tan combativas y señaló a los destinatarios del ‘cariñoso’ gesto. Con autoridad, al saque, amarró un parcial en el que sumó la mitad de sus ganadores (14) y se reforzó moralmente para un final apoteósico.

El tercer set se dividió en tres actos. En el inicial, Munar salvó una situación límite para poner el 4-4. Con mucha valentía, esquivó cuatro bolas de break en contra. La primera, con una derecha paralela de mucho riesgo y una volea; la segunda, con un ace; la tercera, con revés cruzado y volea; la última, con saque, derecha y remate. Todo esto es el nuevo Jaume, que se llevó el juego con una dejada. Minutos después, se disparó la ilusión con un break en el momento más oportuno posible (6-5 a favor). Entonces, sin embargo, y sacando para ganar, llegaron las dudas. Monfils, curtido en mil batallas, rompió de vuelta para forzar un desempate en el que dominó desde el principio y en el que el español se perdió entre errores de bulto. Con el 1-0, ya lo dejó claro. “Yo también estoy aquí”, le dijo el francés a Munar, devolviéndole su gesto anterior. Lleva mucho tiempo estándolo. En Miami, jugará sus quintos octavos de final, los primeros desde 2016, como el tenista de mayor edad en alcanzarlos. Chapeau.

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