Los elegantes palcos de Wimbledon son también escenario de una guerra abierta entre la ATP (Asociación de Tenistas Profesionales) y la ITF (Federación Internacional de Tenis) por el futuro de su deporte. El anuncio, el 1 de julio, de la resurrección de la Copa del Mundo ATP para enero de 2020 en Australia topa con el proyecto de reforma de la Copa Davis encabezado por Gerard Piqué y el grupo Kosmos, que se celebraría ya en noviembre de 2019 y que enterraría el formato tradicional de eliminatorias en casa y fuera a cinco sets.
El Consejo de Jugadores de la ATP habría votado mayoritariamente en contra de jugar un Mundial por países en noviembre. Salvo los ocho tenistas del Masters NextGen y los ocho del Masters, el resto tendría que alargar su temporada tres semanas. Convence más la opción de enero.
Chris Kermonde, presidente de ATP, juega con ello en sus declaraciones. “La Copa tendrá un impacto mínimo en el calendario de los jugadores”, dice, a la vez que recuerda que “la salud de los tenistas es fundamental”. El de la ITF, David Haggerty, se queja de que la ATP “ha perdido una oportunidad de trabajar en conjunto”, y hace hincapié en que las reformas de la Davis las exigieron los tenistas. También avisa que sólo ellos “reinvierten” en la base del tenis.
El proyecto Piqué depende, además, de que la Asamblea de la ITF lo apruebe en agosto en Orlando por mayoría de dos tercios. La Española, según directivos consultados, aún no ha decidido si votará a favor (tiene nueve votos). Siente que perderá más que ganará, pero en la Copa del Mundo ATP podría quedar del todo fuera del negocio. Espera la opinión de los jugadores. Las federaciones de Francia, Estados Unidos o Gran Bretaña (12 votos cada una) están a favor. Y voces como la de Conchita Martínez se quejan de que la propuesta de la ITF “no incluya a las mujeres”. Un enredo que hay que resolver pronto.