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Vinicius y las transmisiones ocultistas

Llamó la atención que el domingo, en el incidente central de la semana (y de la temporada, y del decenio…), la televisión enfocara a Vinicius y no al ultra al que señalaba. Tampoco enfocó hacia allí ni cuando entraron los policías a llevárselo, junto a un compañero. Se mantuvo sólo atenta al revuelo en torno a Vinicius, a los jugadores, compañeros o rivales, que o bien trataban de apartarle o bien le apoyaban solidariamente. Y luego, cuando fue a Ancelotti, cosa que me pareció acertada. Y luego, el conciliábulo entre De Burgos y Ancelotti, cosa también adecuada. Pero eché en falta la otra parte contratante del conflicto, el sector ultra.

Existe una instrucción vaga de ‘evitar cosas desagradables’. Ya hemos visto cómo cuando un espectador sufre un ataque al corazón las cámaras desparraman su mirada por el campo como vaca la mirada en el pasto y enfocan a jugadores parados y aburridos sin mostrarnos el porqué. No se trata de reclamar un plano corto y morboso, pero sí uno distante pero suficiente para saber lo que pasa, que no es más que a una persona a la que evacúan los servicios médicos. Tampoco estuvo atenta la transmisión del domingo en Mestalla a la melé. Alejó el plano, de modo que en primera instancia lo único que vimos fue el resumen tramposo que ofreció el VAR.

Esa estrategia blandengue y cursi ha tenido un efecto negativo en la imagen de Vinicius, que aparece en todas las grescas en que interviene, mientras la contraparte sólo se ve si es otro jugador. Cuando discute con el público la cámara no nos muestra el otro extremo de la gresca, y tampoco cuando discute con el banquillo rival. La consecuencia es que ha ido creciendo la imagen de Vinicius como un trasto que siempre anda a la greña, y no sólo con el defensa que le marca, sino con todo lo que tiene a veinte metros a la redonda, porque no nos dejan vislumbrar el océano de agresiones verbales, mayoritariamente racistas, en el que se mueve.