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Vinicius y la víctima ejemplar

Se puede debatir si Vinicius es un deportista modélico, si sus conductas y comportamientos dentro del terreno de juego son siempre las correctas, si trata de forma respetuosa a rivales y árbitros o si sus gestos hacia la grada en varios partidos son adecuados, pero es indiscutible que ha sido víctima de actitudes racistas. No existe ninguna otra manera de calificar los cánticos de mono que de racistas. No hay otra forma que no sea la de ataque racista de señalar el vergonzoso incidente del muñeco colgado de un puente de la M-30. Y no, Vinicius no tiene por qué ser un gran tipo para denunciarlo. A las víctimas no se las cuestiona, se las apoya.

Vinicius no tiene por qué ser el yerno ideal, el hijo perfecto, tu mejor amigo, ni siquiera una buena persona para poder apuntar que está siendo víctima del racismo en un país mayoritariamente blanco que lo niega, se ofende e incluso llega a justificar en medios de comunicación que le griten mono con argumentos como que él provoca o que sólo se le dicen a él y no al resto de jugadores negros del Real Madrid. Una sociedad que infravalora el efecto que los insultos racistas continuados tienen sobre su autoestima y salud mental o que tilda de chalados a los que los profieren. El racismo es un problema estructural y hay quien todavía no se ha enterado: las personas que cometen actos de violencia racista no están locas, sino que han sido educadas por un sistema en el que la violencia se manifiesta de esa manera.

Conceptos como privilegio blanco o fragilidad blanca nos resultan desconocidos porque no hemos sido educados en el antirracismo y no percibir o negar el racismo es una excelente señal de lo mucho y bien que lo tenemos normalizado. Vinicius, en fin, no tiene por qué caerte fenomenal para denunciar lo que le está sucediendo. No existen víctimas perfectas ni ejemplares, no hay un modo correcto o incorrecto de ser víctima. Y ya era hora de que tuviéramos este tipo de debates que son necesariamente incómodos. Gracias, Vini.

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