Vinicius nunca puede ser el problema
Con tanto bullicio a su alrededor, un ambiente que no ayuda a su nuevo despegue, el brasileño reiteró la importancia de sus virtudes en el Madrid.


Un atracón de goles de Mbappé servirá para rebajar el ruido en varios decibelios en el Madrid. Al menos, hasta Girona. Atenas, como terapia, reparó más bien poco porque siempre hubo un espacio abierto a la reincidencia con distracciones defensivas notorias, como no marcar en el área, que no deberían ocurrir. De haber sido de otra forma no se hubiera visto tanto a Lunin como pasó. No obstante, el Madrid espabiló en ataque, afilado por Mbappé y Vinicius, ambos en versiones plenipotenciarias. Uno goleó, el otro generó. Su autoridad quedó clara ante un Olympiacos más voluntarioso que atento, reconocible por el sello de Mendilibar, al que no le incomoda del todo jugar al intercambio de golpes. Ante el Madrid, por más crédito que tiene un técnico tan singular como exitoso, fue una licencia excesiva.
Xabi Alonso agitó el once, entre regresos esperados y elecciones novedosas. A esta última decisión se ajusta la titularidad de Mendy. Colocado en la diana por muchos desde tiempo atrás, seguro que de manera algo injusta, el lateral francés volvió para ofrecer mayor empaque y aplicación defensiva. En esos términos, el Madrid no anda sobrado. Además, Güler recuperó el lugar que le quitó Bellingham y su aportación también se elevó.
El Madrid empezó a remolque. Su equivocado inicio, retratado en una acción en la que Valverde, Tchouameni y Camavinga se desempeñaron sin el nervio suficiente en zonas interiores, le obligó a la remontada. En un visto y no visto, lo logró. Al Olympiacos le jugó una mala pasada la atrevida disposición de Mendilibar y se abrió por dentro y por fuera. El Madrid encontró facilidades, pero también se las ganó con movimientos de ruptura y a la profundidad de jugadores como Güler, Mbappé y Vinicius. La línea adelantada griega, con una presión fallida, le dio espacios para dar y tomar, que los aprovechó con una insultante superioridad.
Mbappé se llevará las portadas, pero Vinicius firmó uno de esos partidos que le distinguen por encima de casi todos. Incontenible en el uno contra uno, desbordó a Rodinei, se lanzó en la conducción y se desmarcó con habilidad. Su implicación ofensiva fue absoluta, y tampoco tuvo que mirar demasiado hacia atrás, aunque no hubiese estado de más que lo hubiera hecho. Se sentía protegido. El mejor Vinicius siempre fue con Mendy de lateral izquierdo. No se extrañen si el francés, como sucedía con Ancelotti, se hace un sitio definitivo ahí. Viendo a Trent, Asencio y Carreras, sus acompañantes en la zaga, su figura sobresale todavía más.
Pero conviene mirar a Vinicius. Con tanto bullicio a su alrededor, un ambiente que no ayuda a su nuevo despegue, el brasileño reiteró la importancia de sus virtudes en el Madrid. No hay un jugador igual, capaz de dinamitar cualquier escenario a través de su vértigo, actitud y destreza en el regate, aunque sus contradicciones sean a veces su peor enemigo. Vinicius nunca puede ser el problema en el Madrid. Hay otros, quizá demasiados. Pero él, si acaso, es la solución de muchos de los mismos.
Al espacio

Vinicius tira un desmarque ante el bloque quebradizo del Olympiacos. No solo vino a recibir al pie, sino que atacó la profundidad. Después sacó su calidad para regalar el 2-4 a Mbappé.
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