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Vinicius fue mejor que Haaland, pero...

Lástima de empate. Llegó en un tirazo de De Bruyne de potencia casi homicida, abajo, junto al palo, donde duele. Ni Courtois pudo alcanzarlo. Lástima, decía, porque vino cuando el Madrid estaba sacudiendo por la solapa al City. Y lástima porque se gestó de la forma más tonta, tras un córner no concedido al Madrid y un balón que los blancos protestaron pensando que había salido de banda. Entre el despiste y la confianza, Camavinga quiso sacar el balón desde atrás en un pase oblicuo por el centro que facilitó la recuperación y la consiguiente jugada ante una defensa en desorden, resuelta por De Bruyne con el disparo de su vida.

Una pena, decía, porque justo entonces estaba el partido para el 2-0. Ancelotti salió a esperar al City, demasiado para mi gusto, pero le funcionó. Los ingleses atacaron sin pasión, como temiendo el riesgo de dejarse a la espalda a Vinicius, y aunque sacaron varios disparos, sólo uno fue peligroso. Y en eso llegó el relámpago que Ancelotti programó: un toquecito sabio de Modric a Camavinga, salida rápida de éste, con Bernardo Silva echando el bofe tras de él, entrega a Vinicius que se va hacia el centro y desde el callejón del diez lanza un tirazo por alto, lejos de las posibilidades de Ederson. Vinicius acudió a la cita. Hizo un partidazo y marcó.

No puede decirse lo mismo de Haaland, con el que se hizo bien un espléndido Rüdiger, apoyado cuando hizo falta por Alaba. Esa fue la buena noticia. La mala fue que Benzema no está como estuvo el curso pasado, cuando sus muchos goles y la excelencia de su juego llevaron al Madrid a la final. La eliminatoria queda abierta después de un partido de tono más bien cauteloso porque los dos entrenadores lo preferían así y resuelto con dos goles a contramano, conseguidos cuando el equipo que llevaba la iniciativa era el otro, las cosas del fútbol. La eliminatoria se resolverá en Mánchester, no es agradable, pero nadie pensó que esto iba a ser fácil.