Vingegaard-Pogacar, duelo inolvidable
Duelo en la Alta Sierra, Duelo al sol, Dos en la carretera, Dos cabalgan juntos… Títulos del cine de mi adolescencia me venían a la memoria mientras disfruto en la pequeña pantalla de la gloriosa cabalgada por los Pirineos de Vingegaard y Pogacar, uno del otro en pos. Qué gran etapa, soberbio desenlace de este Tour formidable que ha venido a redimir un verano un poco anodino en deportes. Con el Mundial de fútbol trasladado al invierno, con el de atletismo a unas horas que nos lo convierten en clandestino, con el mercado paradillo, con las chicas eliminadas de la Eurocopa… El Tour ha venido a salvarnos con una edición inolvidable.
Una sorpresa. Venimos de años en los que ha abundado la superioridad de un equipo que no dejaba moverse a nadie y los hemos sustituido por una sucesión de etapas abiertas, con abundantes guerrillas en torno a la batalla central. Veníamos de dos Tours consecutivos ganados por un joven fenómeno, Pogacar, que amenazaba con tiranizar la carrera para un largo periodo y nos hemos encontrado con que Vingegaard se le ha subido a las barbas, desmontándole del liderato en los Alpes, resistiéndole continuos ataques en los Pirineos para rematarle finalmente en Hautacam al término de una etapa hermosa en la que los dos lo entregaron todo.
El descenso de Spandelles, con Vingegaard a punto de caer de su encabritada bici y Pogacar cayendo no mucho más allá explicó toda la verdad del ciclismo más aún que la tenacidad y clase de ambos en la escalada. Si grande ha sido el ya seguro ganador, igual de grande ha sido Pogacar, que desperdició fuerzas inútilmente en ciertos momentos, sí, pero corrió con una ambición y una fe inconmensurables hasta que ya cerca de la cima de Hautacam tuvo que ceder, batido por un rival soberbio que tuvo mejor equipo. Etapa corta pero briosa, que condensó en cuatro horas lo mejor del ciclismo. El Tour, cada julio el Tour, siempre el Tour… ¡Viva el Tour!