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Villarato, Negreirato y ‘Barçagate’

“Se presume por pura lógica que el Barcelona no pagaría al vicepresidente Negreira en torno a 7 millones de euros desde el año 2001 si no le beneficiara, pero no por la bondad de los informes en sí mismos, sino por la condición de Negreira como miembro de la terna de vicepresidentes del CTA, cuya función no era simplemente representativa… sino que ejercía funciones de relevancia significativa en la calificación y designación de los árbitros”. Eso dice el auto del juez. Claro, que también dice que no se han acreditado pagos a “árbitros concretos para alterar resultados de ciertos partidos”, a lo que se agarra el barcelonismo. Eso no dice que no los haya, pero tampoco es estrictamente necesaria tal cosa para influir en su ánimo.

En mi teoría del villarato, que elaboré sobre la base de mi pura observación de aficionado, ya trataba el tema. Basta con colocarte palomas en casa y halcones fuera (así calificó el añorado Alfonso Azuara a los árbitros duros y los blandos) o viceversa para favorecer o perjudicar tu marcha en la Liga. Y basta con que los árbitros sepan por dónde van los intereses del mando para que se muestren sensibles a ello si quieren progresar. Nunca en un Mundial hemos visto a uno equivocarse contra el equipo de casa ni contra alguna de las naciones que mandan (Alemania, Brasil, Italia)… salvo si se cruzan con el equipo de casa. Llegan arriba los que ‘saben’.

Negreira se reunía una vez al año a solas con cada árbitro para decirle si iba en el grupo A (internacionales), B (aurea mediocritas) o C (peligro de descenso). Durante 17 años estuvo cobrando del Barça, que en ese tiempo ganó 22 títulos nacionales por 10 internacionales, mientras el Madrid ganaba 10 nacionales y 15 internacionales. La relación ‘laboral’ de Negreira terminó cuando cesó en el CTA. Algunos pretenden que fue un apaño de los sucesivos presidentes para robar un dinero que hacían circular por Negreira, pero es mala casualidad que se les ocurriera cortar el circuito justo cuando cesó. En fin, qué difícil es pensar en otra cosa que en lo evidente.