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Valverde, Sandra y Peter Pan

Aunque no lo reconozcamos, a todos nos gustaría vivir en un eterno Síndrome de Peter Pan. Mantener ese estado pleno de felicidad, de cierta arrogancia y rebeldía. De valentía. Alejandro Valverde y Sandra Sánchez parecen no haber abandonado nunca esa Arcadia. Él ha disfrutado de una carrera inmensa, de veinte años en la carretera, con la sonrisa del niño que descubre la bicicleta y su sensación de libertad por primera vez y ya no la suelta. Ella supo seguir soñando cuando le dieron con la puerta de la Selección en las narices. Hasta los 32 años no comenzó a ganar medallas, pero ya no paró. Dentro del tatami está su mundo, lleno de valores que intenta proyectar fuera siempre con chispa en los ojos.

El ciclista y la karateca son de esa clase de deportistas, de genios, que no quisiéramos que se retiraran nunca. Los tendremos cerca, porque los dos van a seguir inspirando a los que vienen detrás. Valverde, ligado al Movistar. Sandra, con los seminarios que ya ha comenzado a dar por todo el mundo y Chikara, una plataforma online para poder entrenar con ella.

Se van pero nunca nos dejarán. Porque todos empujamos al murciano en la recta final de Innsbruck para que resistiera el acoso de Romain Bardet y Michael Woods y pudiese vestirse por fin de arcoíris después de seis podios anteriores. Una de esas fotos para enmarcar. Como también se nos escapó una lagrimita con Sandra en el Budokan de Tokio. Allí, en los Juegos, logró el oro derrotando a la japonesa Kiyou Shimizu. Lo más parecido a un Maracanazo. Los dos son parte de nosotros.