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Una Vuelta para la historia

La Vuelta a España recién terminada ha demostrado que el mejor recorrido sumado a la mejor participación no tiene por qué ser sinónimo de la mejor competición. Contradicciones del ciclismo. El desarrollo de la carrera no ha cumplido las expectativas tan altas que se habían generado en la salida, pero eso no significa que haya sido una mala Vuelta. Simplemente, el mapa y el elenco eran tan impresionantes, que esperábamos más. Al aficionado al ciclismo le gusta presenciar una competencia en igualdad, en constante alternancia, la emoción mantenida hasta el final. El regusto del día después no es tan dulce como en otras ocasiones, porque esa incertidumbre en el resultado no se ha cumplido, si acaso un poco entre los tres corredores del mismo equipo. Pero cuando recordemos esta edición con mayor perspectiva, nos devolverá otra imagen, el resplandor de una Vuelta única.

La fotografía de la penúltima etapa con los tres ciclistas del Jumbo cruzando juntos la meta de Guadarrama, con Sepp Kuss en el centro como ganador, escoltado a su derecha por Jonas Vingegaard, bicampeón del Tour, y a su izquierda por Primoz Roglic, campeón del último Giro, es una estampa gloriosa en la historia de la Vuelta, también en la historia del ciclismo. Nunca antes un equipo había conquistado las tres grandes en un mismo año, con la complicación añadida de hacerlo con tres ciclistas diferentes. Si a eso unimos que ha copado el podio, por ese mismo orden, algo que no sucedía desde 1966, y que Kuss ha logrado su éxito después de haber corrido las tres, algo que no había ocurrido nunca en esa secuencia, estamos ante una de las gestas deportivas del año. No hubo rivales a su altura, eso es verdad, pero el dominio del Jumbo, en sí mismo, supone una de las mayores hazañas colectivas de siempre. Eso es lo que se recordará de esta Vuelta. Y poco de todo lo demás.