Una Segunda de Primera
Una liga larga, exigente, mejor que las primeras categorías de muchos países.

Este fin de semana sin Primera me ha servido para darme cuenta de que la Segunda es mucho más que una simple categoría de ascenso. Es un campo de batalla donde conviven la esperanza y la frustración, un lugar donde clubes históricos y proyectos humildes sueñan con la gloria. Cada temporada es una montaña rusa: lo que hoy parece una racha prometedora, mañana puede convertirse en una crisis deportiva. No hay respiro. No hay margen de error. Y es en este escenario donde surgen las mejores historias: la del canterano que debuta con 16 años, la del técnico que reinventa un equipo con lo justo y la de las aficiones que sienten que el fútbol les debe algo.
Lo vivimos la temporada pasada con el Mirandés de Panichelli, el Elche y Eder Sarabia , el Levante de Carlos Álvarez, el Oviedo y su historia y el Castellón por su idea de juego. Este año ya sorprende el Andorra que puede ser el nuevo Mirandés, el Racing, que aunque se mostró irreconocible frente al Almería, es el que mejor ha fichado con Villalibre, Peio Canales y Gustavo Puerta y por eso ya está en primera posición, y el Depor de Yeremay que es canario pero parece de Carreira como Fran González y quiere ascender con los suyos a la élite. Esta es una Segunda ya sin Pubill, (del Almería al Atlético), sin Vertrouwd (del Castellón al Rayo) y sin Antoñito (del Málaga al Newcastle) y otros que tampoco estarán porque vuelven a casa como Gorrotxategi (del Mirandés a la Real), Liso (del Zaragoza al Getafe), como antes lo hicieron Oyarzabal o Zubimendi, los próximos campeones del mundo.
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Ojalá les vaya mejor que a Peque, Stoichkov, Diego Conde y compañía en la temporada anterior. En estas cuatro jornadas disputadas ya hemos visto lo que nos espera: una liga larga, exigente y a menudo impredecible, mejor que las primeras categorías de muchos países y unos entrenadores que saben muy bien lo que hacen como Ibai Gómez, Fran Justo y Pellicer. Va siendo hora de mirar a la Segunda no como un purgatorio deportivo, sino como lo que es: un escaparate de promesas, de consolidación de proyectos serios y donde las aficiones no entienden ni de presupuestos ni de nombres, solo de lucha, de pasión y de pertenencia.
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