Una parte de la historia
Dori Ruano, oro mundial en pista en 1998 y bronce en contrarreloj en ruta en 2001, entre otros éxitos, se inició en el ciclismo sin un referente femenino. Su ídolo, el modelo que quiso imitar, era un hombre, el mismo que puso a España patas arribas en la década de los 80. “Yo era periquista”, recuerda la salmantina en alusión a Perico Delgado. Años después, una paisana suya, Mer Carmona, veía a Dori entrenarse en las frías mañanas castellanas desde el coche de su padre, y decidió que quería ser como ella. Mer, ciclista actual de 40 años, sí tuvo un referente femenino, porque en aquella época, tanto Dori como su coetánea Joane Somarriba brillaron en las carreras internacionales, tuvieron repercusión mediática. Por alguna razón, digna de análisis, el ciclismo español no supo aprovechar el poso de Somarriba y Ruano, y no hubo sucesión en el pelotón femenino. Ese retroceso provocó que corredoras de nueva generación como Carolina Esteban, de 22, volvieran a virar sus preferencias hacia ejemplos masculinos: “Yo seguía a Alberto Contador”.
El trepidante crecimiento de la competición femenina en los últimos años conseguirá, a buen seguro, que las niñas que hoy se inician sobre una bicicleta vuelvan a inspirarse en mujeres, que quieran convertirse en Annemiek van Vleuten, la campeonísima del momento, o en Mavi García y Ane Santesteban si giramos la mirada hacia casa. La emancipación de La Vuelta Femenina, que la próxima semana estrena fechas, denominación y personalidad propias, llega para impulsar esa dinámica que internacionalmente ya es imparable. Mer Carmona dice que el año pasado, cuando presenció la primera edición de la París-Roubaix femenina, se le saltaron las lágrimas, una emoción parecida a la que siente “al ser parte de la historia” en La Vuelta 2023. No hay marcha atrás. El futuro se escribe en femenino.