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Una Eurocopa ganada con grandeza

Noche de verano, calor, ventanas abiertas, gritos en el vecindario y algún que otro cohete al final. Noche feliz tras una tarde que también lo fue, con Carlos Alcaraz ganándole con enorme superioridad a Djokovic la final de Wimbledon. Con el mismo merecimiento, pero algo más de dificultad, ganó la Eurocopa esta selección que ha demostrado valer mucho más de lo que la mayoría pensábamos. Primero deslumbró el equipo titular, luego hemos visto que los repuestos no desmerecían. La última prueba la dio ayer Zubimendi, sustituto forzoso de Rodri tras el descanso, con sus 45 minutos espléndidos.

Inglaterra no fue fácil. Ha llegado ahí por su seguridad defensiva y en el primer tiempo se nos atragantó. Con Foden secando a Rodri, la salida española no era todo lo limpia que debía ser y aunque cuando el balón llegaba a los extremos se notaba algún peligro, llegamos al descanso sin probar a Pickford. Y con la mala noticia de que Rodri sufrió una lesión muscular que le inhabilitaba. Le tocaba completar el partido a Zubimendi, poco fogueado. ¿Le pesaría la magnitud del desafío? No, no le pesó, como no les pesó en días anteriores a todos aquellos a los que tocó salir sobre la marcha por cualquier emergencia.

Nada más volver del descanso, cayó el primer gol, en una pelota bien sacada por Carvajal que manejó Lamine hasta servirle el gol a su socio Nico. Inglaterra se vio obligada a arriesgar y el 2-0 estuvo cerca varias veces, pero el azar decidió que cayera el 1-1, un tiro de Palmer que se envenenó al rozar en Zubimendi. Pero España no decayó. Siguió jugando bien arriba y abajo y llegó el premio en una galopada de Cucurella con centro a Oyarzábal, sustituto de un agotado Morata, que remató con serenidad. Ganó España porque un día más fue la mejor. Y la más atrevida en un torneo en el que primó la cobardía.