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Una decisión de otro tiempo

La destitución de Julian Nagelsmann como entrenador del Bayern ha sorprendido al mundo del fútbol. Pocas veces, en los tiempos que corren, se producen noticias tan insospechadas como ésta: a todo cese le precede un runrún, un movimiento que invita a pensar que están a punto de precipitarse los acontecimientos. Aquí, en cambio, no parecía haber ni ruido: salvo en los ambientes muy cercanos al entorno más profundo de la entidad bávara, nadie tenía la sensación de que el joven entrenador estuviera discutido. Nagelsmann, además, había conseguido labrarse una imagen de niño prodigio, de superdotado innovador, de pionero del fútbol del futuro. Casi se diría que era indestituible. A esa conclusión llegamos todos el año pasado, cuando un Villarreal con muchos menos recursos lo eliminó de la Champions en cuartos de final. Una bofetada como esa podía haber puesto al borde del finiquito a un entrenador de la vieja escuela, pero no a Nagelsmann: la promesa de lo que acabaría construyendo daba la sensación de pesar mucho más que las dudas que despertó en aquella batalla táctica claramente perdida ante Unai Emery.

¿Qué ha ocurrido ahora, entonces, para que en las oficinas muniquesas perdieran la fe y la paciencia? Supongo que el hecho de que Tuchel estuviera libre tuvo su peso: si actuaban ahora, podían contratar a un entrenador que ha demostrado sobradamente su solvencia. Si esperaban, quizá en verano ya llegarían tarde. Lo que está claro es que la decisión ha obedecido a los parámetros de otra época. Estamos acostumbrados a que a los técnicos, en los equipos grandes, se les juzgue en función de sus resultados en la Champions, y que en cambio lo que ocurra en la liga doméstica quede en un segundo plano. Nagelsmann había ganado sus ocho partidos de la presente Copa de Europa, con resultados espectacular ante el Barcelona, el Inter y el PSG. Pero en el campeonato local andaba segundo, habiendo desperdiciado en pocas semanas una ventaja de nueve puntos con respecto a un Borussia Dortmund que ahora tiene uno más. En cierto modo, la decisión del Bayern pone en valor la importancia de la Bundesliga. Y esto, en un fútbol que se aleja de lo cercano para pensar demasiado en lo global, no deja de ser una buena noticia.