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Un Vingegaard a lo Pogacar

Jonas Vingegaard inició la última jornada de la Itzulia, la etapa reina, con solo 13 segundos sobre su inmediato perseguidor, Mikel Landa, y la terminó con 1:12 de ventaja. Entre la salida y la meta medió un demoledor ataque en Izua, a 29 kilómetros del desenlace, que coronó vencedor al danés. Seguramente no le hubiera hecho falta este alarde para tocarse con la tradicional txapela, pero Vingegaard no ha querido ser menos que el resto de campeones que dominan el ciclismo profesional. El líder del Jumbo ganó a lo Pogacar, a lo Evenepoel, a lo Van der Poel o a lo Van Aert, con un golpe lejano que dejó sin capacidad de reacción a sus rivales y que dio lustre a su victoria. Los capos de hoy no vencen con la calculadora en la cabeza como los de antes, ni con la cartilla de ahorro activada, sino que se obligan a aderezar sus éxitos con dosis de épica. Cada pedalada compone una reverencia al espectáculo.

Vingegaard es, sin duda, uno de los mejores del pelotón actual, pero los analistas y los aficionados le han tenido en menor consideración, a pesar de haber conquistado el Tour de Francia, y de haberlo hecho doblegando al ogro de la época, Tadej Pogacar. Hay dos razones que lo explican, las dos objeciones que cuestionaban su reinado. La primera es que el año pasado lució casi exclusivamente en el Tour, se prodigó poco, y con escaso beneficio, en otras carreras. Ante este lunar, Jonas acumula ya ocho triunfos en 2023, las generales de O Gran Camiño y de la Vuelta al País Vasco, acompañadas ambas de tres etapas, si bien es cierto que sucumbió en la París-Niza frente al caníbal Pogacar. El segundo inconveniente es que no se le conocían grandes gestas, en comparación con sus ilustres oponentes. Esa asignatura también ha empezado a superarla en Euskadi… En las mismas carreteras donde arrancará en julio su defensa del maillot amarillo en el Tour. Es un aviso.