Un Rayo sin diminutivos ni complejos
De un tiempo a esta parte, los grandes ya no impresionan. Herencia de Iraola...


Históricamente, el Rayo tiene al Atlético como ese equipo rocoso al que es complicado hincarle el diente. Cuando parecía que los franjirrojos estaban más cerca de comérselo, siempre se les ha atragantado y así es como llevan 13 años sin ganarle (aquella 2012-13 lo logró en Vallecas), 24 sin hacerlo en territorio rojiblanco (esa 2001-02 lo consiguió en Copa) y 26 sin salir victorioso en Liga (la 1999-00 se impuso en el Calderón). Aquellos goles de Hernández (el padre de Lucas y Theo) y de Ferrón esperan sucesor y los de Iñigo Pérez presentan su candidatura. El pichichi rayista, De Frutos, sonríe. Es su momento y si no que se lo digan a De la Fuente.
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De un tiempo a esta parte, los grandes ya no impresionan. Herencia de Iraola. Con él, ese Rayito simpático pasó a ser lo que los aficionados han bautizado como “el puto Rayo”. Más incómodo, más competitivo. Sin diminutivos ni paternalismos. Desde entonces, el equipo se ha bajado del ascensor para asentarse en Primera e incluso se ha sacado el pasaporte de la Conference para viajar por Europa. Sin miedos y sin complejos. Esa es, sin duda, la receta para salir a la conquista del Metropolitano. Los vallecanos nunca han ganado allí y eso es gasolina para ellos. Nada les motiva más que hacer posibles los imposibles. Y si no consiguen morder en el primer bocado, lo seguirán intentando. Juntos. Todos a una, hasta devorar la estadística y a un rival que está demostrando ser de carne y hueso.
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