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Un rayo de sol en la tormenta perfecta

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“Hoy puede ser un gran día”, parafraseando al bendito Serrat, anunciaba una pancarta que, engarzada a la alambrada del vetusto Camp Nou, apareció furtiva la mañana del 8 de julio de 2020. Y lo debió de ser para algunos, a juzgar por los fuegos artificiales que aquella noche acabarían por sobrevolar alrededor del estadio con nombre de oxímoron. Y eso que el Barcelona no había conquistado ningún título. Se contaba aquella velada, entre calurosa y sofocante, como una de las peores pesadillas del Espanyol, que allí firmó su acta de descenso, crónica de una muerte anunciada. Pero la ley de Murphy se creó para retorcer y estrangular a los pericos, que hoy viven una esquizofrenia única.

Tormenta perfecta la que se cierne sobre el RCDE Stadium, con un Barça que aspira a celebrar el título de Liga a costa de lo que supondría acariciar el descenso para el Espanyol. Y lo peor, aun sin las corruptelas ajenas, es que a esta situación ha llegado el club blanquiazul por méritos propios, con una gestión global y una planificación de plantilla que hubieran firmado el más antiperico de los culés, con un entrenador que no se adaptó a los cambios y con un giro de timón tardío y contracultural, pues no ha buscado el fútbol piedra en plena crisis. Quizá sea esa renuncia a toda lógica la que pueda convertir hasta la peor pesadilla en el mayor sueño, y que hasta el entusiasta genio azulgrana Serrat y su “puede ser un gran día” suenen a Espanyol.