Un domingo en Madrid
En Sants, café y madalena, se ven muchas camisetas azulgranas en la cola del AVE. La semana ha sido terrible para ellos, pero las últimas desilusiones no desaniman a los fieles seguidores. Paramos sólo en Zaragoza, que amanece feliz tras el triunfo en el derbi aragonés. España está llena de lugares que sufren por otros resultados que no son los del Clásico. En Atocha bajo del tren y unos seguidores del Barça me miran con desdén: no saben que estoy escuchando lo último de ‘Oques grasses’ y que quizá esto nos una. Hay que decir que unos minutos antes sonaba en mi móvil ‘Arde Bogotá’ y que he pensado en el estadio del Cartagena. El taxista va escuchando en la radio el Getafe-Real Sociedad y al locutor le extraña que juegue Yellu. Yo pido que me pongan el partido mientras como en el hotel. Se acercan dos señores que se identifican como socios del Espanyol. “¿Y vais al partido?”, les pregunto. “En realidad somos más del Madrid”, me contestan. Siesta de dos horas: hay que estar fresco por la noche.
Salgo caminando hacia el estadio. Me para un hombre de Sabadell con la camiseta del Barça y me pide una foto. Resulta que conozco a su primo. En el hall del hotel había un grupo de amigos venidos del extranjero luciendo las dos camisetas: colegas que animarán a equipos distintos compartiendo la experiencia. En la previa nos enteramos de la muerte de Luis Gil y nos causa un gran impacto. Ante sucesos como este, uno piensa que le damos al fútbol una trascendencia que no tiene. Perder un partido es una cosa muy pequeña.
Se juega el Clásico y acaba 3-2. Salimos a la calle y un chico madridista me grita: “¡Axel Torres, alegra esa cara, hombre, no estés tan triste!”, convencido de que el resultado me ha dejado apesadumbrado. En el whatsapp, una persona que no me escribe nunca me manda un vídeo para demostrarme que la pelota entró en el gol fantasma de Lamine. En Instagram, un antiguo seguidor me retira su apoyo porque piensa que me he “vendido a la mafia de Florentino”. Pienso que somos los nuevos árbitros: todo el mundo cree que vamos contra su equipo.