Un desafío monumental
Quinto, cuarto, tercero y… Según esta progresión de los últimos tres años, Tadej Pogacar debería terminar segundo en la Milán-San Remo. O, por qué no, saltarse ese escalón para conquistar al fin la Classicissima, una de las pocas carreras que se le resisten, y que tiene marcada como reto. Este sábado, en su quinta participación, volverá a intentarlo. El gran dilema es cómo. El primer Monumento de la temporada tiene pocas alternativas de resolución. Lleva tiempo que no da mucho más de sí. Su encanto es la historia, no el recorrido. O bien se soluciona al esprint, como ha ocurrido en las dos últimas ediciones, con Jasper Philipsen y Mathieu van der Poel al frente, o bien con un temerario ataque en el descenso del Poggio, como hizo Matej Mohoric hace tres años. Pogacar estuvo delante en esas tres disputas, pero no pudo rivalizar con los velocistas, porque siendo muy rápido, no es el más rápido; ni con la osada acción de su compatriota, porque siendo un gran bajador, tampoco es el mejor bajador. Pogi es muy bueno en casi todo, pero en la Primavera no tiene terreno para marcar la diferencia, a no ser que se invente alguna genialidad. Si alguien puede hacerlo, ese es Pogacar. La última vez que venció alguien con una arrancada larga fue Gabriele Colombo desde la Cipressa en 1996. Otros tiempos. Otro ciclismo. Pero quién sabe.
La victoria en San Remo forma parte de un ambicioso plan del esloveno: completar los cinco Monumentos, algo que solo han hecho otros tres campeones, Eddy Merckx, Roger de Vlaeminck y Rik Van Looy. Ha pasado más de medio siglo. Tadej ya tiene tres en la colección: Tour de Flandes, Lieja-Bastoña-Lieja y Giro de Lombardía. La otra pieza es la París-Roubaix, con la que lleva coqueteando durante el presente curso. Si vence en Italia, apuesten a que competirá también sobre los míticos adoquines. Pero antes tiene que ganar este sábado. Un desafío monumental.
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