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Reflexionemos. Me gustaría escribirles a todos ustedes de un derbi que en el terreno de juego había discurrido por unos cauces deportivos impecables hasta el minuto 64. La grada había estado serena y sensata, Vinicius jugó más controlado y comedido que nunca, no había entradas fuertes y el Reglamento era bien manejado por un gran Busquets Ferrer (el joven árbitro balear me encantó). Tanto Atleti como Madrid jugaban con un autocontrol que incluso llegó a parecer que el derbi era una balsa de aceite pese al ruido exterior que hubo en las vísperas del duelo. Y llegó ese minuto 64, con un magnífico gol de Militao que firmó tras una jugada diseñada en el laboratorio de Ancelotti y su hijo Davide. Un gol sellado con un espléndido remate, más propio de un delantero que de un central. Pero en ese instante los violentos, los encapuchados, los que buscan la bronca y aborrecen el fútbol, empezaron a ensayar el lanzamiento de objetos buscando al cuerpo gigante de Courtois. Mecheros, bocadillos, botellas de agua... El belga, lógicamente, avisó de que seguir jugando en esas condiciones entrañaba un riesgo para su integridad física. La megafonía se desgañitó varias veces, pero los ultras ya se sentían los dueños del circo buscando este tipo de situaciones para encontrar su minuto de gloria. En este caso, su minuto de la vergüenza. Giménez, Koke y el Cholo intentaban ‘negociar’ con unos tipos enmascarados. ¿Quién demonios va al fútbol así en un mundo normal y civilizado? Los jugadores de ambos equipos, con buen criterio del árbitro, se fueron a los vestuarios. Hubo que esperar casi 20 minutos. Los violentos se habían salido con la suya. Ya no hablábamos de fútbol, el gol de Militao al limbo, triunfaron los que no aman este deporte...

Valverde, MVP. Mientras que hubo derbi, y solo derbi, el Madrid sostuvo el control del juego gracias a la omnipresencia de Fede Valverde, que se animó a soltar sus famosos cañonazos que pusieron a prueba los guantes de Oblak y los corazones de la afición rojiblanca. El uruguayo no paró de ayudar a sus compañeros, de correr arriba y abajo, de amenazar la portería de los encogidos anfitriones. Un todoterreno impagable, bien secundado por Bellingham, que jugó siempre con criterio y máximo sentido del compromiso.

El correazo. Ni Sorloth ni La Araña. Al final, el delantero del Atleti que siempre acaba facturando y siendo un tormento para los rivales es Correa. En su gol tuvo la fortuna de encontrarse con un Courtois tocado en el aductor, lo que le hizo salir al mano a mano con menor firmeza de lo que pedía la acción. Tampoco Rüdiger achicó el espacio a tiempo para dejar a Correa en fuera de juego. Un gol tonto que enfrió la fiesta vikinga.

Una racha triunfal. Ese empate final no debe enfriar el impresionante dato estadístico del vigente campeón. El Madrid de Ancelotti acumula 40 partidos seguidos de Liga sin perder. Esta racha va por fieles irreductibles a la causa blanca. Por mi admirado Sergio Nieto, que recibió su mejor regalo imaginable en su cumpleaños número 100, que celebró junto a sus hijos en el día en el que alcanzó el siglo de vida. Tampoco olvido a Paco Ortúñez, que a sus 90 años guarda reposo en el Hospital Universitario de Salamanca tras una caída tonta sufrida el viernes (¡ánimo amigo!). Y bravo por gente como Alfonso Moreno y su primo Manolo, y los 1.100 valientes que estuvieron repartidos por las gradas del Metropolitano. El Madrid sois vosotros. El derbi ‘sano’ es vuestro.

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