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Un Clásico con un nuevo ecosistema

Realidad. Hoy es el típico día en el que, después de hablar toda la semana del Caso Negreira, se le suele decir al personal, como si no tuviese conciencia crítica, que “hablará el fútbol”. Y eso, como quien pide no mezclar deporte con política, es muy difícil. El Clásico viene muy tocado por la denuncia de la Fiscalía contra el Barça por corrupción en el ámbito deportivo, que ha aceptado a trámite la magistrada Silvia López. Y al asunto se va a personar el Madrid. Ya se sabe lo cogidos de la mano que han ido los grandes en el asunto de la Superliga y la batalla que han mantenido para que LaLiga no registre la marca El Clásico. Hasta hace poco, de hecho, Barça y Madrid han negociado para que este verano hubiese no uno, sino dos Clásicos en la gira de pretemporada por Estados Unidos, para hacer fuerte su alianza. Más allá de los intereses que van a seguir compartiendo en la esfera privada, el matrimonio va a ser difícil de sostener en público. “Ya están todos”, dijo Laporta para escenificar la ruptura en un mensaje que repitió su adjunto, Enric Masip, y que fue subiendo de tono durante la semana (“tengo ganas de enfrentarnos a todos los sinvergüenzas que están manchando nuestro escudo”). Xavi comparte con su presidente que hay una campaña contra el Barça. “Lo que diga él va a misa”. Así que a falta de conclusiones judiciales, y aunque la mancha pesa, el barcelonismo ha decidido unirse.

Fútbol. El Clásico, pues, vuelve a tener algo más que fútbol. No lo necesitaba, pero las cosas son como son y este tiene un punto más de pimienta. Le envuelve una atmósfera especial aunque, por supuesto, el relato del post-partido girará alrededor de lo que suceda en el césped. Y ahí también hay asuntos de interés. En el escaso margen de tres meses, el Barça pasó de ser un muñeco en manos del Madrid en el Bernabéu en la primera vuelta a montar un rondo gigante en Riad para ganar la Supercopa. También ganó en el Bernabéu en la ida de la semifinal de Copa. Sin Dembélé, Pedri ni Lewandowski y agarrado al otro fútbol, con apenas un 35% de posesión. Eso exige una reacción en el Madrid, que últimamente ha montado sus partidos contra el Barça con la esperanza de que Vinicius hiciese el desequilibrio, pero el brasileño ha encontrado en Araújo su kryptonita. Lo más interesante que han dejado los últimos Clásicos es que ya no los gana el que tiene el balón, sino el que mejor aprovecha las transiciones. Si gana el Barça, sentencia la Liga. Si lo hace el Madrid, la enciende. El Clásico viene con nuevo ecosistema.