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¿Son necesarias tantas retiradas?

La Vuelta recuperó el espectáculo en la subida a Peñas Blancas, con el triunfo de Richard Carapaz y la defensa del maillot rojo de Remco Evenepoel. La competición volvió a copar la primera plana, aunque no impidió que resonaran los ecos de otros debates, especialmente de esa incidencia negativa de la pandemia en el desarrollo de la carrera. Hasta la fecha van 22 ciclistas oficialmente retirados con coronavirus, que serían 23 si añadimos a Manuel Peñalver, que no tomó la salida en Utrecht y no fue sustituido. Son muchos, demasiados. La alarma aumentó el miércoles no sólo por el número de bajas, que es alto, sino también por la calidad de algunos de ellos. Ese día quedaron fuera Simon Yates, ganador de la ronda española en 2018, y Pavel Sivakov, que ocupaban el quinto y el noveno puesto, respectivamente. Dos hombres del top-10. Además de tres ciclistas del Kern Pharma que abandonaron de una tacada, un duro contratiempo para un equipo que partía con la ilusión del debut. Ayer se sumaron dos bajas más. Seas una estrella, o un modesto, abandonar una grande es un fuerte golpe.

La reflexión es inevitable. Sobre todo, porque algunos de estos ciclistas se han retirado asintomáticos, o con síntomas leves, cuando estaban compitiendo sin afectación en su rendimiento. Incluso si estuvieran enfermos, muchas veces hemos visto a deportistas continuar en competición con otros virus o en peor estado de salud. El problema viene por el estigma que aún rodea a la COVID-19, lo que obliga al corredor a bajarse por protocolo. Una contradicción si se compara con el resto de la sociedad, que avanza hacia la gripalización de los casos, lo que sí permite a un ciudadano ejercer actividades laborales y sociales, en una situación en la que el ciclista tiene que dejar de hacer su trabajo. La UCI debería, quizá, adaptar sus reglas al momento actual de la pandemia, ir en consonancia con los tiempos.