Sin permiso para las distracciones
Un aspecto poco reseñado en el éxito de España en la Eurocopa fue su esmero defensivo. Más en concreto, las escasas distracciones del equipo en una competición que condena con saña los errores. Pasar de ronda significa caminar sobre un hilo, con los ojos abiertos como platos y las mínimas concesiones posibles. La Selección completó con éxito su brillante trayectoria, con victorias sobre las cuatro potencias tradicionales del fútbol europeo: Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Sin un grado máximo de atención a los detalles, especialmente los defensivos, ese recorrido no habría sido. Es quizá la mayor enseñanza de los partidos de Belgrado y Ginebra en la fase inicial de la Liga de Las Naciones.
España tuvo que abocarse en Ginebra a un grave problema para recuperar su impermeabilidad defensiva. El agarrón de Le Normand a Embolo recordó al de Araújo a Barcola en un momento crítico de la eliminatoria Barça-PSG que hasta entonces había sido favorable por juego y goles al equipo catalán, que llevaba dos goles de ventaja en el momento de la expulsión del central uruguayo en una acción innecesaria.
La posibilidad del gol de Barcola, como la de Embolo frente a David Raya, era alta, pero menos temible que colocar al equipo con un jugador menos en la mitad del primer tiempo. Embolo tenía pista libre en un campo muy estropeado, de manera que la conducción tenía que ser perfecta, y le faltaban dos premisas por completar: superar al portero y ajustar el remate.
Le Normand, que se ganó fama de agarrador en la Real Sociedad, se empeñó en sujetar al potente delantero suizo y salió expulsado. España había cobrado una ventaja de dos goles y se sentía cómoda en el encuentro, lo mismo que el Barça en el global de la eliminatoria con el PSG. La diferencia entre los dos partidos estribó en el resultado final. Poco después de la expulsión de su central, España pagó muy caro un nuevo error en un saque de esquina. Desde ese momento, no se permitió más distracciones. Entró en modo Eurocopa frente a un rival que no volvió a encontrar una rendija en la malla defensiva española.
La acción de Le Normand empujó al equipo a recordar el tipo de obligaciones que demandaba el partido, ausentes durante la primera parte en Belgrado, donde España se expuso a varios contragolpes temibles de los serbios, producto de distracciones y poco rigor con el balón. Como sucedió frente a Suiza, el clamoroso error de Jovic en el primer tiempo sirvió como campanada de aviso a la Selección, atenta y autoritaria en la segunda parte, aunque sin puntería.
A diferencia del desplome del Barça después de la expulsión de Araújo en aquel partido de Champions, prueba indiscutible del peso de su error, España se impuso con un excelente ejercicio defensivo, buenas decisiones de Luis de la Fuente en los cambios y el compromiso general de los jugadores en un partido que empezaba a pintar feo, pero terminó con los suizos desesperados y dos preciosos goles en los contragolpes finalizados por Fabián y Ferran Torres.
Los dos partidos han funcionado a modo de aviso. Sin la exigencia enorme de la Eurocopa y la alegría del éxito todavía visible, España se distrajo más de lo conveniente. Sufrió las consecuencias, reparó los daños y volvió a ser el equipo atento a todos los detalles.
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