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Simone Biles nace dos veces

El reciente 4 de octubre, el Team USA colgaba un recordatorio en redes sociales: “Hace exactamente diez años, Simone Biles ganó su primer oro en unos Mundiales en Amberes. Hoy se lleva el 20º, otra vez en el mismo lugar”. Ese número 20 aumentó luego a 23 títulos hasta la clausura de los Campeonatos, el pasado domingo, una cifra que se eleva a 30 medallas con todos los colores. Es curioso que entre aquella foto de Biles con 16 años, una adolescente con bra­ckets que irrumpía por la puerta grande, y esta mujer casada de ahora, con 26, haya transcurrido un decenio de gloria y de tormento, con la ciudad belga como nexo. Simone ha nacido dos veces en Amberes. La primera, en 2013, supuso el lanzamiento de la mejor gimnasta de todos los tiempos. La segunda, su renacimiento, llega después de superar un problema de salud mental que la paralizó en plenos Juegos de Tokio en 2021. La estadounidense entró en Japón con la obligación de coronarse como la reina olímpica y salió metida en un túnel oscuro del que ha salido, pero no todo el mundo puede.

Este martes, Día Mundial de la Salud Mental, ha sido una buena oportunidad para recordar su historia. Biles, una superdotada para el deporte, ha sido un referente para quienes atraviesan ese desierto. Por un lado, por su capacidad para visibilizar unas enfermedades de las que nadie está a salvo, ni siquiera los héroes. La lista deportiva es larga: Naomi Osaka, Ricky Rubio, Michael Phelps, Liz Cambage, Andrés Iniesta, Tom Dumoulin, Raven Saunders, Álex Abrines, Rafa Muñoz… La gimnasta ha conseguido regresar, y lo ha hecho al mismo nivel de antaño, incluso ha rescatado en competición el Biles II, el salto más difícil de siempre, que ya hizo en entrenamientos en 2021, pero que luego no pudo ejecutar oficialmente en los Juegos porque se sintió atenazada. Ese salto en la vida es su otro ejemplo. Sí se puede.

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