Simeone y una defensa equivocada


El Atleti tiene carencias evidentes, algunas corregibles, pero hay una cuestión que difícilmente será subsanable y restringe sus expectativas en la temporada. Se mire como se mire, no tiene ningún tipo de garantía defensiva. Ni por calidad ni por estructura. En un instante, el Liverpool se cargó todo el rudimentario plan de Simeone a lomos de Salah y un extraordinario Gravenberch. El Atleti entró tan mal y tan tarde al partido que su insuficiencia apunta al entrenador. Hay un empeño extravagante de Simeone de ganar de la forma antigua, como si necesitara que sea así. Resulta claramente equivocado, porque ya no disfruta de esos jugadores que hacían buena su estrategia conservadora.
El Atleti de hoy no puede defender en su área con un bloque tan bajo con una zaga formada por el heroico Llorente, Le Normand, Lenglet y Javi Galán, con Barrios y Gallagher como pivotes. Son futbolistas que no tienen la personalidad y contundencia mínimas para manejarse en esos contextos, y ahí radica el principal problema de un equipo que compareció en Anfield sin la tensión e intensidad adecuadas, con Barrios confuso en la organización. El canterano no puede asumir toda la carga creativa tan atrás y precisa de un compañero de faena como se vio cuando ingresó Koke.
El Liverpool descubrió los defectos del Atlético en un santiamén para dejarse ir después. Fue ahí cuando los de Simeone empezaron a entonarse, más por demérito local que por convicción propia, y se despegaron de su área para atacar la espalda de Robertson con Giuliano. Hubo cierta relajación en los de Slot, que no andan finos en este inicio de curso, menos agresivos y con más concesiones defensivas que de costumbre. El Atlético se creció, Llorente pasó al medio y su equipo tonteó con un empate que no hubiera sido justo. Simeone tuvo la razón de su parte durante mucho tiempo, pero puede que sea el momento de que acometa un cambio de registro. Cuando lo hizo en Anfield, aunque fuera por un rato, todo cambió.
El agujero

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El bloque del Atlético se hunde, bascula en exceso hacia la izquierda y nadie corrige la posición por dentro. Gravenberch está solo en el medio y Salah se procura una conducción que le permita tirar la pared.
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