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Sergio Ramos reinó en un partido bravo

Choque bravo en el Sánchez Pizjuán. En otro tiempo se hubiera definido ‘partido bronco y copero’, porque tuvo todo el aire de esos encuentros de Copa de consecuencia irremediable. Los dos equipos jugaron con un ritmo febril, cierto desorden y el alma en cada balón. En esa atmósfera bravía reinó Sergio Ramos jugando como siempre, con entrega apasionada y protagonizando jugadas decisivas. Salvó dos balones en su área, colocó un cabezazo al que Kepa respondió con la parada del partido, se encaró con Rüdiger, al que ganó en todos los saltos, y cabeceó con mucho peligro en los últimos instantes del partido. Fue todo un tío.

El otro personaje del partido fue De Burgos Bengoetxea, al que RMTV abrasó con un vídeo antes del partido, como viene haciendo con todos los que arbitran al Madrid. Sea porque eso le atocinó o porque las cosas se le torcieron, tuvo un primer tiempo desastroso en el que proporcionó munición para el próximo vídeo. El Madrid, que jugó bien en esa primera parte, se quedó sin un primer gol por un fuera de juego de sexador de pollos, sin otro segundo porque De Burgos Bengoetxea paró el juego ante una caída sin gravedad de Ocampos (ni atacantes del Madrid ni defensores del Sevilla lo advirtieron) y sin un penalti por empujón de Navas a Vinicius.

Pero luego el Madrid fue a menos y el Sevilla a más. La segunda parte fue suya. Diego Alonso ha puesto a sus jugadores en estado de alerta y les vimos jugar como dicta la costumbre en este equipo, con energía, corazón y riesgo atacante. El partido hirvió, hubo algún grito destestable contra Vinicius a lo que el club reaccionó pronto y bien expulsando al autor, ocasiones en la puerta de Kepa, una tangana, un gol en cada lado (el del Sevilla, autogol de Alaba, el de Carvajal de cabeza en el palo que cuidaba En Nesyri) y, lo que son las cosas, una falta final inexistente con la que el Madrid pudo ganar. Todo junto, un partido poco académico pero apasionante.