Se va Rafa, alguien de la familia
De Rafa Nadal se podrían redactar miles de líneas de sus gestas deportivas. Miles de páginas sobre su calidad humana. O sobre su poderosa mente. Pero para el que esto escribe, ahora mismo, es simplemente como si se marchara alguien de la familia. Tras el portazo, no por esperado, queda un vacío íntimo difícil de llenar. Porque Nadal, desde 2005, ha condicionado vacaciones familiares, días libres, celebraciones de cumpleaños, comidas con amigos, vermús navideños o fiestas de Fin de Año mientras jugaba en la otra parte del mundo... “¿Va a ganar Rafa? ¿Cómo está Rafa?”, te han preguntado cientos de veces. Iluso, pedías un domingo libre porque tenías algún plan y según avanzaba la semana te dabas cuenta de que tendrías que trabajar: que Rafa volvía a otra final. Una rutina repetida semana tras semana. Año tras año durante casi veinte.
Una perturbación, echando la vista atrás, feliz. Un privilegio. Más allá de los éxitos, quedan imágenes imborrables. Un entrenamiento de Copa Davis en Torre del Greco picado con Juan Carlos Ferrero sin público, delante de tus ojos, mientras se gestaba el cambio de guardia. Las dos medallas de oro en los Juegos, donde los deportistas se humanizan, llenas de emoción pura. Una entrevista, relajado, ya de madrugada en la SER tras acabar El Larguero. Verle deslizarse hasta desaparecer tras la mesa de la sala de prensa del US Open pidiendo ayuda al sufrir un calambre. La paciencia infinita con los aficionados y en los premios AS a los que acudió siempre que se le llamó. Su capacidad para recordar cualquier punto de cualquier partido. O las caras y los medios de los periodistas, a los que saludaba siempre por su nombre mientras alguno que no había empatado con nadie no te dirigía la palabra. La amenaza de tormenta cuando arqueaba la ceja para transmitir un mensaje. Las sentencias de Tío Toni, cercano, en la época más salvaje... Retazos inolvidables. Siempre pensé que sólo habría una persona que se alegraría el día que te retiraras, Rafa: mi mujer. Pero no, ella también está triste. Normal. Te convertiste en uno más de la familia.