Sabotaje de Fekir y Borja Iglesias
“Emoción-arte, gust-arte, enamor-arte, impresión-arte, atrap-arte, enganch-arte… Arte, mucho arte en el derbi sevillano.” Así promocionó los días previos LaLiga el partido de anoche, aprovechando que los conceptos Sevilla y arte riman bien. Pero el hombre propone y Dios dispone. A la hora de la verdad, el arte se quedó en el pórtico con un espectáculo de luz y sonido que no pasó de intento. Luego, las pinceladas de Canales, que es un libro abierto y poco más. Muchos malos modos, desde el tifo inicial, que no entierra el dichoso asunto de la barra de plástico y Jordán, hasta el escaqueo de balones para perder tiempo. Y las expulsiones, tres en concreto.
Los expulsados marcaron el derbi en una secuencia que pasó de poner el partido en franquía al Betis a complicárselo. La primera llegó en un trabucazo de Montiel a Álex Moreno, que se escapaba por la banda. Tras VAR y jaleo, a la calle. Al poco el Betis se encontró con un gol, despeje de Gudelj que pegó en Navas y entró. Uno a cero, once contra diez, en casa… Lo tenía hecho. Pero Fekir, que acostumbra a hacerlo, evacuó de inmediato un codazo en la cara del Papu. Otro fuera. Y al regreso del descanso Borja Iglesias entró muy feamente a Jordán por detrás. A la calle. Montiel al menos cortaba una jugada, Fekir y Borja Iglesias dieron sus trastazos porque sí.
Las tres expulsiones con VAR, por cierto. Sánchez Martínez es árbitro de aire severo, más serio que El Viti, del que se decía que citaba a los toros en el juzgado, pero debe de ser muy bienintencionado, porque las tres veces fue la sala brumosa la que le convenció de la gravedad del asunto. Por lo demás, llevó con todo el rigor posible un partido que se endemonió como tantos derbis sevillanos, que no se caracterizan en general por el arte, sino por el encono con que se juegan. Diez contra nueve, el Sevilla arrancó un punto con un tirazo de 25 metros de Gudelj, repetición del de Mallorca. Un tirador de primera, que aún enviaría otro balón al larguero.