Rudy recoge toneladas de admiración
Pues no queda más remedio que ponerse en pie y darle otra vez las gracias a Rudy Fernández. Las gracias que le da todo el baloncesto español. Transportarse a lo que sucedió en las primeras semanas de septiembre de 2022 va a resultar ya siempre un viaje evocador por lo que consiguió la Selección liderada por un jugador que, después de la baja a última hora de Sergio Llull, se quedó como único referente de la vieja guardia y que, tal vez, viendo el panorama, con 37 años y un físico ya lastimado después de ganar otra ACB más con el Real Madrid, podría haberse quedado en casa descansando este verano. Pero habría sido un error. Lo que ha recogido después han sido toneladas de merecida admiración.
Rudy, decíamos, se puso al frente de la manifestación. Montó una barbacoa de conjura en su casa en Madrid. Y donde todos veían un batacazo terrible en Georgia, él visualizó una oportunidad. De Rudy se pueden guardar mil pasajes del Eurobasket hasta que, al fin, entre lágrimas y después de un año duro por el fallecimiento de su padre, levantó el trofeo con su mujer y sus dos hijos a su lado, en Berlín. Tal vez el episodio más recordado sea su bronca al descanso contra Finlandia, cuando a España se le iba el tren. Hasta Scariolo pensó: “Hostias, se está pasando”. Pero yo me quedo es con la imagen de un jugador que saboreó cada momento y se encargó de recordarnos cuánto lo estaba disfrutando. Rudy es la imagen que mejor resume la unión del baloncesto español. El hilo conductor desde el presidente, Jorge Garbajosa, hasta esos jóvenes con los que, por si hacía falta, aprendió a cantar el Quédate de Quevedo. La ruta sigue en Filipinas y París, capitán.