Rostro arrugado, pie de oro
Los récords existen para ser superados, pero en el Real Madrid es más difícil conseguirlo. La densidad de jugadores excepcionales probablemente no tiene comparación con cualquier otro club del planeta. Ningún equipo ha contado con tantos ganadores del Balón de Oro y entre los que no lo han conseguido figuran luminarias como Puskas, Gento, Amancio, Hugo Sánchez, Raúl, Roberto Carlos, Zidane (ganador en 1998, durante su etapa en la Juve) y algunos de la plantilla actual que, sin duda, aspiran al galardón en las próximas ediciones, Vinicius, Mbappé y Bellingham a la cabeza de todos. También es incomparable la cantidad de trofeos que atesora el club, líder de títulos en la Liga española y en la Copa de Europa. En Balaídos, Luka Modric se añadió a la lista de récords y no con uno cualquiera: ya es el jugador de más edad en la historia del Real Madrid.
Modric, 39 años y 40 días, retira a Puskas del liderazgo. El fabuloso húngaro disputó su último partido con cuatro días menos que el centrocampista croata, después de desarrollar dos carreras en el fútbol, una en el Honved de Budapest, el mejor equipo del mundo en la primera mitad de los años 50 del pasado siglo, y la siguiente en el Real Madrid, al que llegó en 1958, con 30 años, después de dos sin jugar por sanción de la UEFA. Puskas decidió abandonar el Honved y no regresar a Hungría después de la invasión soviética en 1956. En el Real Madrid, le dio tiempo a ganar toda clase de títulos individuales –cuatro veces Pichichi del campeonato– y colectivos.
A Modric se le asociaba con la imagen del príncipe de Beukelaer, el de las galletas. Aún mantiene el corte de la melena, que empieza a desgastarse por el paso del tiempo, y el afilado corte del rostro, donde no se asoma ni medio gramo de grasa. Modric tiene la cara de los ciclistas exprimidos en el Tour, que es una manera de decir al mundo que cuida su estado físico con una dedicación casi fanática. En cuanto al fútbol, conserva el talento único que le ha distinguido como uno de los mejores centrocampistas de la historia. Modric rinde todavía grandes servicios al Real Madrid.
Frente al Celta, en un partido que confirmó la extraordinaria impresión que esta temporada traslada el equipo gallego, Modric precipitó el gol de la victoria con su pase a Vinicius, un pase vertical, delicado, inmejorable para el delantero y destructivo para los defensas. El liviano croata vio fácil lo que tanto costó ver al resto de los centrocampistas, afanosos en el trabajo, pero sin claridad en los focos.
El Madrid ha apostado por la energía de la juventud en la línea media. No es un vigor bruto, sin clase. Bellingham y Valverde figuran entre los mejores del mundo por muchas razones, desde el despliegue a la versatilidad, la potencia rematadora, la conducción y una capacidad para asaltar el área rival que produce pánico en las filas rivales. Camavinga aspira a algo parecido, pero todavía se encuentra dos peldaños más abajo. En cualquier caso, forman el medio campo titular que Ancelotti utilizará en un altísimo porcentaje de los partidos cruciales de la temporada.
Otro centrocampista, Tchouameni, empieza a moverse entre la media y el centro de la defensa. Por el momento parece desorientado. Ancelotti le utilizó en Balaídos como tercer central, liberando a Lucas Vázquez y Fran García por los costados. La fórmula no funcionó bien. El Celta jugó con más claridad y mejor organización. Es el equipo al que hay que ver necesariamente esta temporada, como ocurrió con el Girona en el ejercicio anterior. Ganó el Madrid porque, tarde o temprano, Mbappé y Vinicius se sacarán el as de la manga, pero venció en medio del desconcierto defensivo, con Tchouameni preguntado y preguntándose durante todo el partido dónde y cómo tenía que ejercer su función.
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