Ribera alumbra el futuro
Jordi Ribera, el seleccionador español de balonmano, compareció ayer junto a Paco Blázquez, el presidente de la Federación, para anunciar la renovación de su contrato por otro ciclo olímpico, hasta Los Ángeles 2028. El acuerdo se ha cerrado un mes y medio antes de la disputa del Europeo con los Hispanos y ocho meses antes de la inauguración de los Juegos de París 2024, para los que todavía no están clasificados. No importa. Blázquez confía plenamente en el técnico. La complicidad, además, es mutua. El palmarés de estos últimos años avala a Ribera: dos oros en los Europeos de 2018 y 2020, una plata en el Europeo de 2022, dos bronces en los Mundiales de 2021 y 2023, y un bronce olímpico en Tokio 2020. Pero no se trata solamente de resultados, que ya sería suficiente garantía. Hay una minuciosa labor de fondo que promete suculentos frutos de futuro. Además de dirigir la Selección absoluta, Ribera es el director técnico del área masculina de la RFEBM, un cargo que le permite construir desde la base.
Más allá del profesional al que vemos conducir con maestría a los Hispanos, hay otro Jordi Ribera menos conocido mediáticamente, un trabajador perfeccionista que reúne a amplios grupos de jugadores promesas desde los 13 años en el CAR de Sierra Nevada. Un laboratorio del balonmano español. La siembra ya produce recompensas. Basta recordar que España ganó este verano el Mundial Juvenil y el anterior se coronó en el Europeo Júnior. Alguna de estas perlas, como los hermanos Cikusa, Djordje y Petar, dos mellizos de 17 años, ya han debutado con el primer equipo. Por ahí llega una generación brillante que hará menos traumática la transición en los Hispanos, ya iniciada con tino por el propio Ribera, y que alumbra un esperanzador futuro. Por eso Jordi ha aceptado el nuevo reto. Porque sabe lo que hay detrás. Y lo que hay, ilusiona mucho.
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