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El Real Madrid llegó a Rabat con el ánimo tocado, a ocho puntos del Barça y con un ruidazo tremendo por el asunto Vinicius. El triunfo en el Mundial de Clubes le sirve para agrandar el palmarés y poco más, porque todo el mundo es consciente de que no será un título que cuente a final de temporada si no acompaña a la Liga o la Champions. El Madrid estaba obligado a ganar y ha cumplido, pero para los grandes objetivos le hará falta mucho más de lo que mostró ante el Al Hilal, arreglar el desaguisado que tiene en defensa y que sus estrellas estén enchufadas.

Vinicius marcó en la final dos goles y dio una asistencia fabulosa a Benzema con el exterior del pie derecho. Fue el mejor y se le vio liberado. A la vuelta puede seguir bailando si le da la gana, pero lo realmente importante es que se calme y respire, porque está en su mano seguir siendo un problema para su equipo y su club, o una solución. Los rivales ya saben que pueden desquiciarle y sacarle del partido y no lo desaprovecharán, así que sólo él tiene el poder de evitarlo. Que se sienta atacado es lógico, si atendemos a que le han llamado mono, han colgado de un puente un muñeco con su camiseta y hay compañeros suyos, como Raúl García, que continúan afirmando que el racismo no es un factor a tener en cuenta al valorar la situación del brasileño. No debe ser nada fácil gestionar emocionalmente algo así y menos con 22 años, pero Vinicius debe hacerlo y cuanto antes, mejor.

Sin él es imposible explicar el doblete de la temporada pasada y el Real Madrid le va a necesitar centrado, sereno y con el foco puesto únicamente en la pelota. Al resto, incluidos los medios de comunicación, denunciar los comportamientos y actitudes racistas sin peros, porque nada los puede justificar. Vinicius puede seguir celebrando los goles bailando o haciendo el pino si le apetece, aunque lo urgente es que se relaje y demuestre ser capaz de, simplemente, jugar al fútbol. Respira, Vini.