Opinión

Rahm respeta sus orígenes

El vizcaíno sí ha mantenido impoluta su fidelidad al Open de España, que sigue jugando, año tras año. A partir de este jueves lo hará por séptima vez consecutiva. Aquí no falla.

Jon Rahm y Ángel Hidalgo, durante la presentación del Open de España de golf 2025 en Madrid.
EDUARDO CANDEL REVIEJO
Juan Gutiérrez
Subdirector de polideportivo. Ha desarrollado toda su carrera en AS desde 1991. Cubrió dos Juegos Olímpicos, siete Mundiales de ciclismo y uno de esquí, 12 veces el Tour y la Vuelta, seis el Giro… En 2007 fue nombrado jefe de Más Deporte, puesto que ocupó hasta 2017, cuando ascendió a subdirector en las áreas de Motor, Baloncesto y Más Deporte.
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Jon Rahm se mueve en un discurso que navega entre el tradicionalismo y la modernidad del golf. Suena contradictorio. O no. Siempre es cuestión de prisma. Un buen ejemplo del tradicionalismo es su pasión por la mística de la Ryder Cup. Y el mejor ejemplo de esa supuesta modernidad fue su fichaje por el LIV. Lo primero le generó la admiración de los aficionados: ese respeto por los valores del golf, esa devoción por la historia, por el sabor añejo, por los pioneros, esa veneración por Seve Ballesteros… Y lo segundo le situó en el centro de las críticas, porque se entendió precisamente como una agresión a esos principios sagrados. Lo que el LIV Golf vendía como una renovación, una zancada hacia delante, muchos lo entendieron simplemente como el triunfo superficial del petrodólar.

Hace mucho tiempo que el deporte se desarrolla como un gran negocio, empezando por esos Juegos Olímpicos que tuvieron que adaptar su falso amateurismo a la realidad social. Por eso tampoco hay que echarse las manos a la cabeza por que Rahm o cualquier otra estrella haya aceptado una gran oferta. Creo que la decepción del aficionado nunca ha ido por ahí, sino por el chasco que supuso su cambio drástico de posición. Jon dejó de ser una bandera del golf de toda la vida, que sí mantuvieron izada otros iconos como Rory McIlroy o Scottie Scheffler.

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En esa dualidad de valores, contradictoria o no, el vizcaíno sí ha mantenido impoluta su esencia respecto al Open de España, que sigue jugando, temporada a temporada. A partir de este jueves lo hará por séptima vez consecutiva. Lo siente como “un deber”. Porque aquí están sus orígenes, el lugar donde se formó de la mano de la Federación antes de dar el salto a Estados Unidos. Siempre ha sido agradecido. Y siempre ha sentido que su figura es fundamental para impulsar el golf en España. En eso no ha cambiado.

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