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Que el ritmo no pare

España ganó su primer título como selección femenina en el año 2004. Era la Sub-19 con una jovencísima Vero Boquete en sus filas (por favor, vean su partidazo de hace una semana con la Fiore) que, en la final, vencieron nada menos que a Alemania. El primer título mundial para el fútbol femenino español lo consiguió en 2018, la Sub-17 de Toña Is. Esta vez, lo hizo frente a México con un despliegue de talento que confirmaba el crecimiento en España del fútbol jugado por mujeres.

Pero es que, en estos últimos seis meses, la avalancha de éxitos de las categorías inferiores femeninas ha sido abrumador: la Sub-17, subcampeona de Europa; la Sub-19, oro en Europa y, poco después, la Sub-20, campeona del mundo. ¡Quita la respiración solo enumerar los títulos!

Hace tres días, la Sub-17 levantó su segunda corona mundial consecutiva y este diario le dedicó una maravillosa portada, de hecho, parecía la portada de un disco o un cuadro de Ouka Lele. Esto demuestra que España es, posiblemente, la cantera con más potencial del mundo. El reto actual es generar la capacidad de desarrollo de todo ese talento. Ayer, en la Ciudad del Fútbol se habló de alcanzar las 100.000 licencias femeninas para 2024.

En medio de este triunfo tan épico y balsámico al mismo tiempo, el seleccionador, Kenio Gonzalo, antes de subir al podio tuvo unas palabras de recuerdo para la Federación y Jorge Vilda, aunque no citaba a las verdaderas artífices de la gesta, que nos habían regalado una final de infarto. Esto puede leerse como un signo de lealtad y gratitud a sus superiores, una advertencia velada para potenciales “rebeldes” o simple casualidad. Pero, como dijo el arquitecto Mies van der Rohe: “Dios está en los detalles”. En cualquier caso, el recibimiento en Barajas y el homenaje en las Rozas fueron magníficos.

El éxito fue tan redondo que la jugadora blaugrana Vicky López fue escogida mejor jugadora del torneo y expresó algo muy bello: “Somos una gran familia. Ojalá podamos seguir creciendo juntas”. Ojalá. ¡Enhorabuena!