Opinión

Presión y ambición

Ya se aprecia un cambio importante en el Madrid respecto al año pasado: el afán de presionar arriba al contrario y recuperar la pelota con rapidez.

Tchouameni celebra el 0-3 junto al resto de sus compañeros en el amistoso ante el WSG Tirol.
JAVIER GANDUL
Jesús Gallego
En la SER desde 1990, donde ha dirigido y presentado Carrusel Deportivo, Ser Deportivos y Hora25 Deportes. Fue reportero de El Larguero y Carrusel siguiendo la actualidad del Real Madrid y la Selección. Ha cubierto la Liga, Champions, Mundiales, Eurocopas y JJOO Olímpicos. Fue presentador de Deportes Cuatro, Golazo de Gol y Movistar Deportes.
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Aunque la verdadera impronta del proyecto de Xabi Alonso no se verá hasta dentro de unos meses, más cuando el equipo sufre aún alguna baja significativa y no ha tenido el tiempo suficiente para rodarse en pretemporada, ya se aprecia un cambio importante respecto al año pasado: el afán de presionar arriba al contrario y recuperar la pelota con rapidez. Este sistema, con Tchouameni como ese comodín que pasa de colocarse entre los centrales a subir al medio, está pensado para ocupar el campo de una manera efectiva y no dejar nunca una salida cómoda al adversario.

Hay una consigna generalizada, todos tienen que arrimar el hombro a la hora de recuperar la pelota. Si un lateral aprieta a su rival en la banda, los delanteros están obligados a acompañar en la presión y los centrocampistas y los defensas deben dar un paso adelante para que el movimiento colectivo sea de verdad efectivo. Quedan muchas acciones y rutinas por ajustar, pero ese sello de atrevimiento y ambición para robar es una característica que no se veía en los últimos tiempos. Xabi quiere un equipo mandón, que agobie y tenga la autoridad sobre el juego, un modelo que gusta mucho en el Bernabéu y que el público respaldará con su aliento.

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Al entrenador se le ve en la banda ordenando en todas las acciones, corrigiendo y apretando a los que se dejan ir y pierden tensión porque, con un par de jugadores que se relajen, el esfuerzo de los otros se perdería en vano. Ahora hay que ir viendo si el grupo interioriza esa forma de jugar donde prima lo colectivo sobre lo individual, donde nadie puede pasearse ni holgazanear, y las estrellas tienen que correr acompañando a los demás, estén o no brillando en el ataque.

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