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¿Por qué los asientos del nuevo Bernabéu no son blancos?

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Es un misterio en el que no dejo de pensar. Me obsesiona desde hace meses. Las gradas en Old Trafford son rojas. La Bombonera estalla de azul y amarillo. Los asientos del campo del City son celestes. Y la lista no acaba: Bayern Múnich, Chelsea, Arsenal, Benfica, PSG, etc. En todos los grandes estadios se establece esa conexión con los colores de su equipo. ¿Por qué entonces en el Bernabéu los asientos no son blancos? ¿Estoy loco por pensar que sería algo bonito? Los mosaicos al fin nos quedarían bien.

Ni siquiera voy a entrar en el espinoso asunto sobre si el azul es o no es un color identitario del Real Madrid (es morado y en esa colina estoy dispuesto a morir). Tampoco diría que me disgusta el azulón de las gradas. Lo tengo tan asumido ya que me pasa como a esos peces de David Foster Wallace que se preguntaban qué es el agua mientras nadaban. Pero a veces imagino cómo quedaría todo de blanco en las noches de partido grande y me entra esa extraña nostalgia por lo nunca vivido.

Habrá tal vez algún avezado lector que me diga que el blanco es un color complicado que se ensucia con demasiada facilidad. A buenas horas nos damos cuenta. Haberlo pensado antes. Tarde ya para renegar de unos colores. Me recuerda a una viñeta del New Yorker en la que un oso polar salía comiendo unos espaguetis y se lamentaba al verse unos lamparones de tomate en su pelaje blanquísimo: “Aghh, tío, esta mancha no va a salir nunca”.

Pocas cosas hay más bonitas que un blanco con su mácula. Como la pantalla vieja del cine antes de empezar la proyección. Como la cocina después de una cena que ha salido bien. Como la camiseta de Seedorf con verdín tras rebañar un balón dividido a Davids en la Séptima. Como los taxis desvencijados de Madrid haciendo el ruido de una cafetera estropeada. Como las botas descatalogadas de Kroos. Como el traje de Tom Wolfe tras un día recorriendo los rincones más sórdidos de Manhattan en busca de una buena historia. Como los calcetines que llevaba Eduardo Arroyo. Y nada hay más siniestro que ir con unas zapatillas blancas impolutas. Es de asesino en serie.

Seguro que hay una respuesta sensata y lógica a este misterio de no tener asientos blancos. Y eso es lo que más me molesta. Que me den explicaciones cabales sobre los colores de mi equipo y luego salgamos a jugar en el Bernabéu contra el Barça con una camiseta negra.

No puedo evitar pensar que era un buen momento para cambiar este detalle. Para ver algo de identidad y esencia en las gradas del nuevo estadio. Antes de que llegue Arabia al cierre del mercado y compre el color blanco.